El dron más icónico de EEUU puede acabar en Ucrania, pero para Rusia sería un regalo Saturday, 04 March 2023
Para muchos, la guerra de Ucrania está siendo el conflicto de los drones. Es innegable el papel destacado que han tenido en diversas fases de la contienda, aunque también que no son el arma definitiva (y ni siquiera un elemento desequilibrador). Sin embargo, eso no quiere decir que no sean de enorme utilidad para Kiev. Ahí está el caso del MQ-9, el famoso Reaper. Su posible envío a Ucrania suena cada vez con más fuerza, pero el problema es que no está tan claro si de verdad compensa.
Hasta ahora, uno de los drones que ha adquirido más relevancia en la guerra ha sido el Bayraktar, un diseño turco que ha dado un excelente resultado y al que los ucranianos han sacado un enorme partido. Con él, han monitorizado el frente de batalla y realizado ataques importantes, pese a que tan solo es capaz de llevar armas muy ligeras. El segundo es el Shahed, de origen iraní y que no tiene nada que ver con el anterior. Se trata de un modelo de ida sin vuelta, del tipo suicida, poco (por no decir nada) sofisticado, pero con una gran cualidad: es barato.
En cambio, ahora resuena cada vez más el MQ-9 Reaper. Grande, muy sofisticado y capaz de atacar con armamento guiado y potente, es un elemento apreciado por muchos ejércitos occidentales; entre ellos, el español. Sobre el papel, es un arma formidable, pero todo depende de cómo se use y en qué tipo de escenario.
¿Qué pinta el Reaper en Ucrania?
La posibilidad de que este modelo acabe en Ucrania no es nueva. De hecho, esta opción ha estado sobre la mesa casi desde el inicio de la guerra, algo lógico, teniendo en cuenta sus enormes capacidades. En concreto, las funciones ISR e ISTAR, que se refieren a tareas de inteligencia y localización de objetivos, ambas de vital importancia. En este caso, las dudas sobre la conveniencia de mandar el MQ-9 Reaper no tienen nada que ver con las reticencias al envío, por ejemplo, de misiles Patriot, los ATACMS o los carros de combate. Por el contrario, aquí el punto de debate era el desempeño que pudieran tener estos sofisticados equipos en la guerra, hasta el punto de plantear que, tal vez, no merecen la pena.
Es indudable que las misiones de reconocimiento e inteligencia, pero sobre todo las de targeting, son cruciales. Han sido clave para el éxito de los HIMARS, lo que explica el interés en llevar este material al frente. Las capacidades del MQ-9 en este terreno son extraordinarias. Con sus sensores puede escrutar el terreno a kilómetros de distancia, aunque la concreción sobre esa cifra es un tema clasificado, pero estaría por encima de los 100 km. Si a esto se le une su capacidad de mantenerse en vuelo durante más de 24 horas, se entenderá que podría ser un activo de enorme utilidad.
Hay otra cuestión importante que enreda todo este asunto. El mes pasado, el fabricante del MQ-9 Reaper, General Atomics, ofreció a Ucrania dos drones por un precio simbólico. Es decir, gratis. Hasta aquí, todo bien, pero el regalo podría venir con trampa: no cubrir los elevados costes operativos del sistema, que debe incluir la estación en tierra. Luego está la cuestión de los operadores, algo espinoso y nada sencillo, así como el armamento que pudiera utilizar.
El porqué de este ofrecimiento es evidente. El fabricante tendría enorme interés en que su diseño se probase en condiciones de combate reales y en un conflicto simétrico, como es el de Ucrania. Pero, por otra parte, no estaría claro quién debería cubrir los elevados costes asociados. En realidad, sí lo está, ya que sería Estados Unidos o los países europeos, pero –con razón– no están muy dispuestos a afrontar esos gastos cuando hay dudas fundadas de que llegue a ser de utilidad.
Todos estos interrogantes proceden de la misma fuente: el tipo de conflicto. Hasta ahora, el Reaper –al igual que su antecesor, el Predator– se había utilizado en conflictos asimétricos, como Irak o Afganistán, donde habían sido los reyes del cielo. Volando a varios kilómetros de altura, invisibles e invulnerables para la insurgencia que se movía en tierra, eran capaces de ver todo y cualquier objetivo quedaba a su alcance. Su eficacia en ese tipo de escenarios es insuperable y ha quedado demostrada, lo mismo que su vulnerabilidad cuando las cosas cambian.
Es un modelo grande –veinte metros de envergadura y once de largo– y lleva el armamento en soportes externos. Su velocidad de crucero se acerca a las 200 millas por hora (algo más de 300 km/h) y aunque podría parecer elevada, es muy poco para un avión que vuela a alta y media cota. Todo esto significa que es muy fácil de detectar por el radar, sobre todo el de sistemas antiaéreos. Tiene muchas cualidades, pero la invisibilidad al radar no es una de ellas.
La evasión de la captación por parte de radares enemigos es la razón por la que vemos tantos vídeos de helicópteros y aviones ucranianos volando a ras de suelo (literal), siguiendo las autopistas. Es la forma de evitar que sean detectados, ya que incluso cuando no lo consiguen, el software del radar podría interpretar el objetivo como un blanco terrestre e ignorarlo. El MQ-9 no puede bajar a esos niveles. Primero, porque el vuelo se tornaría arriesgado pero, sobre todo, porque basa su eficacia no solo en sus cámaras de visión, sino en su radar. A ras de suelo, ambos serían completamente inútiles.
La conclusión de todo esto es que, pese a que podría trabajar a una buena distancia del frente, se encontraría en una situación muy vulnerable, a la vista de los radares rusos y a tiro de sus misiles de largo alcance S-300, S-400 e, incluso, a los de medio alcance como los Buk. Peor aún, la aviación de Moscú no está teniendo un desempeño modélico, todo lo contrario, lo que no quiere decir que no exista. Un blanco grande y lento, como un Reaper, se convertirá en objetivo prioritario de cualquier caza ruso. Los Su-35 o MiG-31 en vuelo a alta cota podrían lanzar sus misiles a grandes distancias. Baste pensar que sus R-77 de guiado por radar activo –equivalentes al AMRAAM americano– tienen un alcance que, según versiones, estaría entre los 120 y los casi 200 km.
Y aquí aparece otra de las debilidades del MQ-9, su vulnerabilidad e incapacidad de defenderse de estos ataques con misiles. No en vano, desde 2015 y solo en el conflicto de Yemen, las fuerzas hutíes, una guerrilla irregular con medios poco sofisticados, han conseguido derribar cuatro MQ-1 Predator (tres jordanos y uno norteamericano) y tres Reaper norteamericanos. Imagínense en un conflicto con un enemigo dotado de sistemas de radares y misiles sofisticados.
Un dron de combate de enorme éxito
Pese a sus debilidades, no deja de ser un extraordinario elemento. Desarrollado a partir del famoso MQ-1 Predator, el Reaper es más grande, con un motor mucho más potente y con quince veces la capacidad de carga de su hermano menor. Se diseñó desde el origen para llevar armamento y realizar ataques, para lo que dispone de siete puntos de anclaje y es capaz de utilizar incluso las grandes bombas GBU-12 de 500 libras o sus derivadas de guiado por GPS, las temibles y precisas GBU-38 JDAM. También ha sido probado con otros misiles, como el Brimston e incluso misiles aire-aire AIM-9X Sidewinders.
También denominado Predator B, en realidad y dadas sus características, es un verdadero dron de combate, como ya ha demostrado en innumerables ocasiones, con su capacidad para llevar 1.700 kg de armas y sensores, volando de manera ininterrumpida hasta 27 horas. También ha sido un éxito de ventas y numerosos países lo han adquirido.
Quizás lo más importante de este modelo sean sus sensores. Son lo que le capacitan para sus funciones ISR e ISTAR. La primera se refiere, por sus siglas en inglés, tareas básicas de vigilancia, reconocimiento e inteligencia. En definitiva, obtención de información. La segunda es aún más importante, al incluir también la adquisición y designación de objetivos, lo que le permite atacar con sus propios medios o designar un objetivo para otro atacante. Para ello, cuenta con un sensor MTS-B EO/IR de la empresa Rytheon. El MTS (sistema de detección multiespectral) es un equipo que combina capacidades electroópticas/infrarrojas (EO/IR), designación e iluminación láser en un solo conjunto. Físicamente, es fácil de reconocer, pues es la bola que se sitúa bajo el morro del aparato. Se podría decir que son sus ojos y le permiten ver, de día y de noche, a gran distancia y con muy alta resolución.
El otro sensor principal es el AN/APY-8 Lynx II, un tipo de radar de apertura sintética (SAR). Así, utiliza una antena plana que, de forma digital, emula los barridos de los modelos tradicionales, consiguiendo mejores resultados con una antena más pequeña. Dispone del sistema de seguimiento de objetivos móviles terrestres (GMTI), lo que le permite hacer un preciso seguimiento de blancos en tierra y produce imágenes de radar de tipo fotográfico con elevada resolución.
Las enormes capacidades para ISTAR de este tipo de drones están llevando a los norteamericanos a trabajar para reducir sus vulnerabilidades y sacarles más partido. Para ello, han lanzado un programa denominado MQ NEXT en el que la parte principal es reducir su visibilidad e indefensión. Se trataría de un modelo nuevo, con características stealth y armas defensivas.
España adquirió en 2015 cuatro aparatos MQ-9 Block 5 –que aquí se denominan Predator B– con dos estaciones de control. De momento, las tareas han sido sólo de vigilancia, pero ya se han adquirido los kits que permitirían, a futuro, armar los Reaper españoles.
Esto es, sin duda, un acierto. Ha sido muy razonable utilizarlos durante estos años a tareas de ISR, adquiriendo una importante experiencia en operaciones, pero sería un despilfarro no utilizar al 100% todas las capacidades que ofrece la plataforma. Además, la empresa MBDA probó en 2014 el misil Brimstone en un ejemplar británicos, un misil que también ha adquirido España y que es ideal para su empleo con estos aparatos.