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Cajas lentas y exclusión social: la amabilidad tenía un precio Sunday, 19 March 2023


La cadena de supermercados holandesa, Jumbo, propone crear cajas lentas para aquellos clientes que deseen charlar con los empleados mientras realizan sus compras. La novedad, implantada ya en 200 establecimientos de la empresa, se contrapone así a las cada vez más extendidas cajas rápidas de las grandes superficies, con un número limitado de productos por persona, o a las cajas de autopago, que han sobrepasado la frontera de la alimentación y han llegado a gigantes del retail como Zara.

La medida parece estar especialmente destinada a paliar la brecha tecnológica y la soledad social de los clientes más mayores de la empresa, aunque podría beneficiar a una demografía más amplia, como personas con discapacidad, adultos acompañados de menores o, simplemente, cualquier cliente que prefiera hacer la compra con cierta calma. La idea ha sido ampliamente celebrada en redes, donde son habituales las quejas sobre el servicio (demasiado rápido) que se presta en los supermercados. La subida desproporcionada de precios es solo la gota que colma el vaso de la insatisfacción del consumidor: cada vez se le pide más y se le ofrece menos.

La soledad no deseada es una situación en la que se encuentra ya más de la décima parte de la población española

Un acto cotidiano como la compra deriva en un proceso acelerado de selección, pesado, pago y embolsado a precio de oro y sin tener que mediar palabra con un solo profesional, cuyas tareas son con frecuencia realizadas por quien paga. Por estos motivos, la aceptación de esta nueva modalidad de cobro ha sido mayoritaria y se ha pedido a cadenas españolas importar esta solución. Lo que no se ha debatido públicamente es qué tiene de nuevo esto y el origen del problema que, supuestamente, pretende atajar.

La soledad no deseada es una situación en la se encuentra ya más de la décima parte de la población española y las cifras no paran de aumentar. Aunque la soledad no deseada se define como una percepción subjetiva sobre la cantidad y calidad de las interacciones sociales que tienen las personas, esta sensación está directamente relacionada con la exclusión social y sus factores de riesgo. La edad consta como un factor de riesgo determinante, pero no es el único.

La condición socioeconómica y la discapacidad como vectores importantes en la soledad no deseada confirman que se trata de un fenómeno social, no particular. Un problema que conlleva consecuencias de salud física y mental para los afectados y cuyos efectos pesan sobre el conjunto de la sociedad. Se puede concluir, por lo tanto, que si el problema afecta a la población de forma generalizada, la respuesta debe ser colectiva e integral y alejarse de medidas privadas que, sin coordinación comunitaria, oscilan entre la caridad cristiana y el solucionismo tecnológico, cuando no se trata de mera responsabilidad social corporativa o relaciones públicas.

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Una disciplina cuya organización se proyecta democráticamente mediante instituciones públicas y cuya aplicación puede paliar la soledad no deseada es, por ejemplo, el urbanismo. A través de la planificación de los espacios públicos se facilitan conexiones civiles mucho más amables e igualitarias para las personas en riesgo de exclusión social. La construcción, diseño, promoción y mantenimiento de lugares como plazas, parques o polideportivos favorece la creación de comunidades en torno a estos sitios. De esta forma, se contrarresta la deshumanización de los lugares con fines comerciales donde, como es natural, la rapidez aumenta el volumen de ventas y las ventas, el de beneficios.

Por esta lógica, cada vez con más frecuencia, los consumidores parecemos formar parte de los bienes a consumir: el cliente consume un servicio y la empresa que lo facilita consume, de cierta forma, al cliente. Esto es algo que se puede apreciar en las ya mencionadas cajas rápidas y cajas de autopago, pero también en el uso y abuso de las promociones o hasta en la iluminación y accesibilidad de los establecimientos.

Estas modalidades de servicio son toda una ganga para las empresas: incrementan la productividad, reducen el tiempo de espera y aumentan los beneficios, ya que parte del trabajo lo realiza, directamente, el comprador. A todo esto hay que sumar los métodos de control del trabajo de los empleados como son el número de productos registrados por minuto, la venta cruzada de promociones o la rapidez de embolsado y cierre de caja. El resultado son trabajadores, en su mayoría mujeres, agotados por la premura y la despersonalización de sus tareas y clientes que obtienen un servicio rápido pero con defectos.

El comercio tradicional y los mercados están en peligro de extinción y, en muchos casos, en pleno proceso de reconversión hostelera

Sería demasiado ingenuo pensar que los cajeros de la cadena Jumbo no se verán afectados por todos estos factores de estrés, ahora que además se pone sobre sus hombros el peso de la salud mental de los parroquianos. Por otro lado, cualquiera que haya trabajado de cara al público o haya hablado con un dependiente de estos establecimientos sabe perfectamente cómo en estos empleos los trabajadores tratan a diario con personas en exclusión social y con problemas de soledad no deseada. La labor de lubricante social de las cajeras (hablo en femenino de forma muy consciente) es esencial en muchos lugares, especialmente allí donde la pobreza (recordemos determinante para el problema que nos ocupa) afecta de manera mayoritaria a la clientela. Poner el foco entonces en sus más que probadas virtudes humanas y aguante profesional es errado y muy tramposo.

Si realmente uno de los ejes principales del problema de la soledad no deseada son las interacciones sociales en los supermercados (cosa que estaría por ver) hay alternativas posibles a esta situación, desde las más tradicionales hasta las más innovadoras. El comercio tradicional y los mercados están en peligro de extinción y, en muchos casos, en pleno proceso de reconversión hostelera. En la mano y en el bolsillo del consumidor está cambiar la supuesta comodidad que ofrece una cadena por la indudable amabilidad que facilita un tendero. Una tienda de barrio es siempre un lugar accesible donde la charla y la ayuda sí van realmente en el sueldo del dueño y los empleados y donde el tiempo, como el género, se valora por su calidad y no por su cantidad.

Si el problema afecta de forma generalizada, la respuesta debe ser colectiva e integral

Otro lugar donde las cajas lentas forman parte de la misma naturaleza del proyecto son los supermercados cooperativos. Disponibles ya para vecinos de doce municipios de España, los supermercados cooperativos tienen lo mejor de los dos mundos: un abastecimiento amplio de productos, precios ajustados y un ritmo de atención benevolente para aquel que lo necesite y lo desee. Estas cooperativas están creadas por los mismos compradores, que participan en la toma de decisiones y trabajan unas pocas horas al mes de manera flexible en las tareas de servicio.

Precisamente es de ahí, de esta posición que coloca al cooperativista de un lado y del otro de la caja, de donde nace una empatía natural con las dificultades que puede tener cualquiera durante la compra y el cobro. Posiblemente, podamos, como clientes, aplicar esta comprensión con los trabajadores de todos los servicios y pedir, como ciudadanos, la proactividad que se celebra en las empresas a las instituciones públicas. Según el Observatorio Estatal de Soledad No Deseada de la Fundación ONCE, el 70% de la población conoce a alguien que padece este problema y dos tercios desean hacer algo en su entorno al respecto. Si atendemos al interés que despierta de forma mayoritaria este tema, quizá sea mejor dejarlo en manos de quienes realmente pueden paliar la soledad: las personas.

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