El PSOE se pasó años tratando de combatir ante sus correligionarios europeos el discurso del independentismo catalán que presentaba a España como un Estado represor y a políticos como Carles Puigdemont como víctimas de sus arbitrariedades. Hoy Pedro Sánchez presumió ante sus colegas del Partido de los Socialistas Europeos (PES), reunidos en Málaga, de estar a punto convertirse de nuevo en presidente del Gobierno. Lo hará con los votos de los secesionistas catalanes y gracias a una amnistía para los encausados del ‘procés’ que hasta el 23 de julio consideraba inconstitucional, pero que eludió mencionar.

El jefe del Ejecutivo presentó, en cambio, su futuro Gobierno como un triunfo frente a la ultraderecha. Y, cuando las informaciones sobre las protestas en contra de la medida de impunidad llegan también a los medios internacionales, se refirió al PP como un partido «parasitado» por Vox que clama en contra de sus decisiones porque no ha asumido su derrota electoral.

«Me gustaría dirigirme hoya esa derecha, al PP para pedirles cordura y mesura y para decirles que lo que deben hacer es aceptar el resultado de las urnas, la legitimidad del Gobierno que vamos a formar pronto en España; que tengan el arrojo necesario para decir no al abrazo del oso de la ultraderecha y que abandonen la senda reaccionaria por la que hoy -reclamó incluso- avanzan hacia el abismo».

Sánchez blandió además el previsible apoyo de 179 diputados de una Cámara de 350 a la investidura a la que, aún sin fecha oficial, tiene intención de someterse a mediados de esta semana -PSOE, Sumar, Junts, ERC, Bildu, PNV, BNG y CC- como una muestra de su capacidad para acordar con diferentes en una España que, adujo, «solo puede ser gobernada si se reconoce el pluralismo político y su diversidad territorial».