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Los caballos colonizaron América más rápido que los españoles: el hallazgo que cambia la historia Friday, 31 March 2023


Gracias a las películas del oeste, la imagen de los indios a caballo forma parte de nuestra cultura popular casi como una figura indisoluble. Si lo pensamos, parece imposible que los nativos americanos pudieran desplazarse y sobrevivir en esas inmensas praderas sin este animal. Sin embargo, la historia nos dice que los primeros llegaron en barco en el segundo viaje de Cristóbal Colón, en 1493. Qué pasó a partir de ese momento y cómo pasaron a convertirse en una herramienta imprescindible para los pueblos originarios de Norteamérica en los siguientes siglos ha sido poco menos que un misterio hasta el día de hoy.

Una impresionante investigación que acaba de publicar la revista Science con la participación de decenas de científicos de 15 países revela aspectos desconocidos de esta historia. La investigación arqueológica, las secuenciación genética y los estudios antropológicos se mezclan para reescribir la expansión del caballo en tribus como los lakotas, los comanches y los pawnee, habitantes del centro y del oeste de lo que hoy es EEUU. Los nativos norteamericanos dispusieron del animal que cambió sus vidas y su cultura al menos un siglo antes de lo que se pensaba, pocas décadas más de tarde de la llegada de los españoles. Sin embargo, esta película empieza en el lecho del Guadalquivir.

Foto: Fuente: iStock.
¿Quién fue el primer ser humano en montar a caballo? Esto dicen las investigaciones

Corría el año 1985 cuando una joven bióloga paseaba por las obras de dragado del río en Sevilla. “Vi que estaban sacando huesos de animales, algunos de caballo, y me llevé algunos”, narra en declaraciones a Teknautas Eloísa Bernáldez, que hoy en día trabaja en el Laboratorio de Paleontología y Paleobiología del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) y es una más entre los muchos coautores del trabajo de Science. Pues bien, “35 años después aún tenía esa caja con los restos en mi casa y me la traje aquí, al laboratorio”, continúa. Sin embargo, “pensábamos que no saldría nada, porque el agua destruye el ADN”, reconoce. Nada más lejos de la realidad. “Aunque los huesos habían estado en el agua, estuvieron protegidos por bolsas de limo. Como la arcilla repele el agua, habían tenido una envoltura aislante”, añade.

Jennifer Leonard, investigadora de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) y colaboradora habitual en los proyectos de investigación del IAPH, comprobó la extraordinaria calidad del genoma. “Es un caballo antiguo, de principios del siglo XVIII. Generalmente, trabajamos en muchos sitios arqueológicos de Andalucía, pero lo normal es que el ADN antiguo no se conserve bien, debido a las altas temperaturas, por ejemplo, y un gran porcentaje de las muestras no sirven. Sin embargo, este ha sido clave para esta investigación”, explica.

Colección de restos de caballos del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad de Colorado en Boulder. (Samantha Eads)
Colección de restos de caballos del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad de Colorado en Boulder. (Samantha Eads)

Una conexión histórica hundida en el Guadalquivir

Este caballo cartujano está genéticamente muy próximo a los que, en la misma época se estaban expandiendo por el continente americano, algo que no extrañará a los historiadores, ya que Sevilla era el puerto de entrada y salida para el comercio con América. Además, hay que tener en cuenta que en los siglos posteriores se produjo una gran mezcla de razas, lo cual hace que los caballos modernos sean bastante distintos. Por el contrario, el ejemplar hundido en el Guadalquivir está directamente emparentado con otras dos docenas de animales encontrados en sitios arqueológicos de Nuevo México, Idaho y Kansas.

Hasta ahora, “el registro histórico ha subestimado la antigüedad y la complejidad de las relaciones indígenas con los caballos en una gran franja del oeste americano”, comenta William Taylor, primer autor del artículo de Science e investigador del Museo de Historia Natural de la Universidad de Colorado en Boulder (EEUU). A través de las dataciones por radiocarbono y la secuenciación de ADN, los científicos pueden asegurar que las comunidades indígenas norteamericanas ya habían integrado a estos animales en su vida diaria, incluso tan al norte como en las praderas el estado de Wyoming, como muy tarde, en la primera mitad del siglo XVII.

Cherokee con un caballo. (Sacred Way Sanctuary)
Cherokee con un caballo. (Sacred Way Sanctuary)

En otras palabras, “los caballos llegaron antes que los españoles”, afirma Jennifer Leonard. No fue así en toda América, ya que los conquistadores se asentaron rápidamente en Centroamérica, el Caribe o la parte de Norteamérica que hoy corresponde a México. Sin embargo, los caballos que montaban “llegaron más al norte y más rápido que la gente”. Algunos historiadores consideraban hasta ahora que un acontecimiento histórico pudo ser decisivo para que los nativos comenzaran a usar estos caballos: la rebelión de los indios pueblo, que en 1680 expulsaron momentáneamente a los españoles que colonizaban la provincia de Santa Fe de Nuevo México (actual estado de Nuevo México), quedándose con sus posesiones y su ganado. Sin embargo, esta investigación indica que para entonces los nativos norteamericanos ya poseían sus propios equinos.

Una revolución para los nativos

La investigación también revela que a medida que pasaron los siglos el origen de los caballos de los indígenas fue variando. Según la investigadora de la EBD-CSIC, los primeros están muy emparentados con los españoles, pero esto va cambiando en el tiempo, se va perdiendo esa influencia y van ganando peso los caballos de Inglaterra”, a través de las colonias británicas que, tras independizarse, formaron EEUU. En cambio, no se ve otro tipo de influencias. Si los vikingos que alcanzaron las costas americanas hace 1.000 años llevaron caballos, no queda rastro de ellos. Tampoco de los caballos nativos de este continente, que los hubo. “Al final del Pleistoceno había caballos salvajes en América, pero se extinguieron y su rastro desapareció durante miles de años hasta que llegan los domesticados desde Europa”, comenta.

Grabado indio en un sitio arqueológico de Wyoming. (Pat Doak)
Grabado indio en un sitio arqueológico de Wyoming. (Pat Doak)

La introducción de los caballos supuso una revolución sin precedentes para las culturas indígenas, algo que también recoge la investigación de Science a través de los estudios antropológicos sobre la percepción cultural de los grupos nativos de América y sus historias. En Nebraska, los pawnee organizaban cacerías de búfalos dos veces al año cabalgando muy lejos y muy rápido. Para los comanches, que hacían lo mismo, poseer estos animales era un signo de riqueza. Con los caballos “sobrevivimos, prosperamos y nos convertimos en lo que somos hoy”, afirma Jimmy Arterberry, otro de los coautores del nuevo estudio e historiador tribal de la Nación Comanche en Oklahoma.

“El caballo siempre está asociado a grandes planicies y la mayoría de las tribus indias, en aquel momento, son cazadoras de bisontes, que también están en las grandes praderas; así que todo confluye de una manera u otra”, apunta Eloísa Bernáldez. Esta historia, que comienza en las aguas del Guadalquivir a su paso por Sevilla, donde estos animales eran embarcados hacia el Nuevo Mundo, tiene un final bien conocido y mil veces retratado en el cine: la expansión de EEUU al oeste aplastó a los nativos americanos, que siempre aparecían como temibles enemigos del hombre blanco, con sus plumas y a lomos de sus caballos. Esas aventuras ya nos las ha contado la ficción. Ahora la ciencia comienza a contar la realidad y no tiene nada que envidiarle, porque también es de película.

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