Toni Morrison (1931-2019) escribió 11 novelas y solo un relato. Este: Las dos amigas (un recitativo) (Lumen), que es una auténtica pieza de orfebrería. Un juego literario, un experimento con el lector, uno de esos textos que demuestran por qué la norteamericana se llevó el Nobel en 1993 y fue una de las mejores escritoras del siglo XX. Este pequeño cuento se lee en un viaje de metro o autobús al trabajo y es una verdadera maravilla.

La autora lo escribió en 1980, se publicó en 1983 originalmente y hace unos días llegó a las librerías españolas con un epílogo de Zadie Smith y la traducción de Carlos Mayor. La historia es muy sencilla, pero llena de una gran profundidad y maestría. Morrison nos presenta a dos niñas estadounidenses de clase baja —no se sabe muy bien en qué época— que acaban compartiendo habitación en una casa de acogida del Estado. No tienen padre, pero sus madres, aunque no se han muerto, no tienen capacidad de cuidarlas.

Se hacen amigas íntimas y, tras separarse, a lo largo del relato la autora nos narra cómo se van encontrando en diversos momentos de sus vidas. Y ahí es cuando empieza la magia sin que te des cuenta. Morrison juega todo el tiempo con la identidad racial y es el lector el que va creando en su cabeza el relato. Hay acción, hay tensión, hay historia de los EEUU, hay clase negra oprimida, hay trash blancos que podrían votar al trumpismo, hay melodía en la escritura. Lea después el epílogo de Smith (otra pieza para enmarcar) y no se puede pedir más para un trayecto al trabajo (de ida y vuelta).