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«A mí una canción me cambia el día» Thursday, 08 August 2024

«A mí una canción me cambia el día»

«Estoy disfrutando más que nunca de mi profesión», asegura quien acaba de iniciar el fin de gira de ‘Camino’, el disco con el que ha alcanzado su quinto Grammy latino


Iker Cortés

Iker Cortés

Madrid

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Viernes, 9 de agosto 2024, 00:53

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Niña Pastori (San Fernando, 1978) cuenta las cosas con el mismo esmero y dedicación con el que las canta. Cercana y reflexiva, la artista de 46 años acaba de poner en marcha el fin de gira de ‘Camino’, el disco con el que ha conquistado un Grammy latino al mejor álbum de flamenca –es el quinto gramófono de su trayectoria–, un ‘tour’ que le llevará por ciudades como Badajoz, Fuengirola, Córdoba, Bilbao, Madrid o Barcelona. Pese a llevar ya 27 años de carrera, la de San Fernando asegura que los nervios «no se te quitan nunca».

-Catorce fechas para este verano. ¿Cómo lleva eso de estar trabajando mientras el resto de la gente está de vacaciones?

-A veces sienta regular, sobre todo porque las pruebas de sonido se vuelven duras al hacer mucho calor, fundamentalmente para los chicos que tienen que montar, la gente de carga y descarga. Es verdad que el verano, sobre todo cuando tienes retrasos de aviones, que está todo el mundo en la calle, dando vueltas de un lado para otro, comer en los sitios en carretera, donde todo está lleno, es complicado, pero, bueno, también forma parte de mi profesión.

-¿Se ve toda la vida así?

-Pues fíjate que tengo en mente en un futuro quitarme del verano y dejárselo a otro (risas). Es verdad que pierdes festivales y lugares bonitos. Actuar por la noche y en el exterior luce... Pero tengo en mente ser un poquito más de teatro, que también es precioso. En teatro se trabaja muy bien y tempranito, a las ocho, así que a las diez ya estás lista y puedes ir a cenar a cualquier sitio porque todavía hay sitios abiertos. En verano, muchas veces, terminas a las doce y, entonces, ya cenas mal.

-Yo no sé si en esos momentos has pensado alguna vez, ¿por qué no sería contable?

-No, eso sí que no, ¿ves? Nunca he pensado en dedicarme a otra cosa, tampoco he tenido tiempo de conocer otra cosa. Yo empecé con ocho años a cantar, era una niña, y la música es mi vida entera. O sea, hay veces que necesito descansar, estar en casa, respirar, coger aire, pero en cuanto ya has descansado un tiempo, que ya tú te ves tu voz bien y ya estoy yo en mi cocina, haciéndome ritmos (golpea la mesa) y ya empiezo a cantar porque lo necesito, forma parte de mí. No es mi profesión, es algo que va contigo.

-Como decía, empezó muy jovencita. ¿Siente que se perdió algo de la niñez o de la adolescencia?

-Me he perdido muchas cosas y he tenido muchos sacrificios, pero tampoco lo siento así porque la profesión me ha dado mucho. De niña yo me divertía mucho y me lo pasaba muy bien, porque me gustaba. Y pasaba mis nervios porque siempre fui muy consciente de que me subía al escenario y no era un juego. Pero sí que quizá lo pasé peor cuando tenía la edad del pavo, con los quince o los dieciséis, cuando veía que mis amigas se iban a la feria, y yo no podía porque tenía que cuidar la voz porque al día siguiente cantaba y no podía estar en los cacharritos gritando. Me sacrificaba y a veces pues lloraba. Pero tuve la suerte de sacar mi primer disco con diecisiete y empezar a funcionar y que me fueran las cosas bien y a tener el reconocimiento de compañeros de la profesión. Así que nunca tuve eso de perderme cosas porque me dio mucho por otro lado: empecé a viajar, que es una cosa que me gusta mucho, a conocer otras culturas, a comer en distintos sitios... El balance siempre fue positivo.

-Cierra con estas fechas la gira de ‘Camino’, un disco ganador del Grammy al mejor álbum de flamenco. ¿Cómo van a ser estos conciertos? ¿Van a tener algo de especial?

-Vamos a intentarlo. Vamos a intentar hacer algo bonito. Cantar con algún compañero y compañera y celebrar de alguna manera un disco tan bonito que nos ha dado tantas satisfacciones. Se trata de despedirlo con la energía que merece.

Nuevos escenarios

-Llega ahora de hacer gira en Estados Unidos y Latinoamérica, en algunos lugares donde nunca había cantado. ¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Se acostumbra una a salir al escenario o los nervios en el estómago nunca desaparecen?

-No, no, no se te quitan nunca. Y más cuando vas a sitios nuevos y diferentes, con un público distinto. Después, es verdad que el público se parece. Estoy cantando en México, estoy cantando en Barcelona, y la gente dice «ole» en el mismo sitio y aplaude también en el mismo lugar de la canción. Pero sí, los nervios están siempre. Hay veces que hay cosas que no dependen de ti, lugares donde a lo mejor no te escuchas del todo bien porque la acústica no es la mejor y esos son nervios añadidos. Otras veces el sitio es más frío y te cuesta meterte más en el toro, como digo yo. Es cierto que con los años, controlas más los nervios y también es verdad que yo me quite muchas cosas de la cabeza un buen día, así, porque sí, porque esa responsabilidad de estar siempre como bien, a la altura, a veces te bloquea y lo haces peor porque estás con la tensión de afinar, de no fallar, de que la letra no se te olvide... Y un buen día dije: «Mira, yo canto de la forma que canto y expreso de la forma que expreso y doy mi corazón y mi alma siempre, porque no sé hacerlo de otra manera». Hay veces que me quiero contener y es peor todavía ese día porque todavía doy más (risas).

«Los nervios no se quitan nunca y más cuando vas a sitios nuevos, aunque es verdad que el público se parece. Estoy cantando en México, estoy cantando en Barcelona, y la gente dice ‘ole’ en el mismo sitio y aplaude también en el mismo lugar»

-¿La perfección mata a la emoción?

-Sí, sí, porque estás pensando en hacerlo superbien y somos humanos. Después te das cuenta de que el público es sabio. Hay mucha gente que no entiende de flamenco, pero percibe todo. Lo importante es que tú te entregues, que estés cómoda y que estés a gusto. Eso hace olvidar a la gente la perfección. Es como cuando recibes a alguien en tu casa y lo quieres tener todo colocado y estás más pendiente de eso que de tener una buena conversación con tus amigos.

-Con tantos bolos a sus espaldas, ¿le ha pasado como a algunos compañeros de profesión, que sobre el escenario se ponen a repasar mentalmente la lista de la compra?

-Jamás me ha pasado eso. ¿Cantar pensando en otra cosa? Nunca. El flamenco además requiere de mucha concentración, de estar sintiendo lo que estás cantando y de meterte e interpretar en lo que estás.

-¿En qué parte del camino está?

-En la mejor, yo creo que estoy en la mejor. Estoy en un momento a nivel artístico en el que estoy disfrutando mucho de mi profesión, quizá más que nunca, más relajada, y viendo las cosas con otra visión, aunque yo siempre he sido muy disfrutona y nunca me lo he tomado como un trabajo, aunque evidentemente lo es, y es complicada y mantenerte no es nada fácil, requiere de esfuerzo, hacer cosas nuevas, pero como esto mío es vocacional siempre lo he llevado con alegría. Disfruto hasta de las entrevistas (ríe).

-¿De verdad no acaba un poco harta de la promoción?

-No. Me he levantado hoy contenta y feliz de poder compartir con vosotros lo que estoy haciendo. Evidentemente esto no es la parte más satisfactoria, pero forma parte de y me gusta, la disfruto e intento sacarle siempre la parte positiva.

-¿Qué le ha dado la música?

-Todo y me da todo porque es lo que más me gusta hacer. Me desahogo como persona. Es mi vía de escape, donde yo expreso todo lo que tengo dentro. Hay momentos que necesito subirme al escenario y cantar y echar para afuera porque, a veces, sí soy una persona que me trago las cosas. Tengo buenas amigas y amigos y comparto todo lo que me pasa, no soy reservada, pero sí hay pequeñas tonterías a las que no le das importancia que cantando las saco y las echo para afuera y me siento aliviada.

«No soy reservada, pero sí hay pequeñas tonterías a las que no les das importancia, que cantando las saco y me siento aliviada»

-Trabaja codo con codo con Chaboli, su esposo. ¿No hay momentos en que se tirarían de los pelos?

-Sí es verdad que tenemos momentos en que a lo mejor él no me aguanta a mí ni yo a él (ríe), pero él es una persona respetuosa y sabe que al final, no es que tenga la última palabra, pero sí tiene que ser una cosa mía y soy yo quien se tiene que sentir cómoda porque lo voy a defender yo, en definitiva. Y en ese sentido él es muy respetuoso, me conoce bien y para llevar tantos años, es fácil, pero sí que tenemos momentos que digo: «Uy, yo contigo hoy ni hablo» o él a mí, porque es normal, son muchos años, muchos discos, muchas producciones... Pero también tenemos mucho en común, como a nivel musical compartimos tanto y escuchamos mucha música juntos... Ahora las niñas se han metido también por medio y nos enseñan cosas. Ellas escuchan mucha música en inglés.

-¿Qué escuchan?

-Mis hijas no son nada flamencas, cero, pero cero patatero. Pero les encanta la música y afinan y cantan muy bien las dos. Lo que pasa es que su crianza es otra y no tiene nada que ver con la mía. Ellas escuchan su música a su rollo: Justin Bieber, Billie Eilish... Como saben que a nosotros nos gusta siempre escuchar cosas nuevas...

-¿Le gustaría que siguieran sus pasos?

-A mí me da igual. Yo también escucho a muchos compañeros que dicen: «Ay, escuchar cantar a tu hijo o tocar la guitarra...». No sé, yo como me he criado en una casa donde mis padres han sido muy libres y nunca nos han dicho tenéis que hacer tal, sino que nos han dejado hacer y ser nosotros mismos, quiero eso para mis niñas. Quiero que ellas sean felices. Lo que le digo siempre a Pastora, que va a hacer ya dieciséis años, es que después su profesión va a ser tu vida así que o haces algo que te enamore y que te encante o difícilmente vas a llevar una vida a gusto y feliz, porque al final son muchas horas. Yo tengo días que no canto y que no viajo, pero tengo otros que empiezo a las 7 de la mañana y acabo a las 3 de la madrugada.

-Siempre apostó por la fusión del flamenco con otros géneros, pero ¿se imaginaba que la música urbana iba a maridar tan bien con el flamenco?

-Siempre he pensado que la música es moda. Llevo desde que saqué el primer disco 27 años y he visto muchas cosas dentro de la profesión, momentos en los que se llevaba la cuerda, la filarmónica y partes más de rumba, de metales... O sea, el flamenco ha pasado siempre por un montón de cosas, imagínate. Y lo que yo he escuchado anteriormente: Las Grecas, Manzanita... Entonces, me espero cualquier cosa con el flamenco y me espero que se pueda introducir con cualquier otra música, con cualquier otro estilo, porque al final es evolución de cada día, como con la ropa, igual que no te pones el mismo pantalón que hace 30 años.

-¿Entiende a quienes hablan de apropiación cultural?

-Yo entiendo a todo el mundo. Hay que ponerse en el lugar de todo el mundo, y en la visión de cada uno, y respetar, por supuesto. Pero bueno, al final, creo que la música es mucho más. La música es un sentimiento y es una cosa muy grande, por lo menos para mí. A mí una canción me cambia el día.

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