Una espectacular tromba de agua ha vaciado de pescadores el río Pas pasado el mediodía. Su retirada provisional responde a un sentido de prudencia ante el riesgo de que la tormenta eléctrica pudiera causar alguna desgracia en contacto con las larguísimas cañas que forman una de las singularidades de esta modalidad de pesca.

Hasta ese momento, los tradicionales cotos salmoneros habían registrado una notable afluencia tanto de quienes gozaban del permiso para probar fortuna, como de aficionados y curiosos que siguen con expectación los primeros compases de esta reapertura tras la veda sobrevenida el pasado 27 de abril.

Tal y como sucedió la víspera, día en que se formalizó el regreso a la normalidad, el salmón está presente en el cauce y algunos ejemplares se han dejado ver. Pero a medida que se acostumbran a sus dulces aguas se convierten en mucho más esquivos ante los engaños que les acechan al otro lado de la caña. Por un lado porque, según pasan los días, sacian más fácil su apetito y se mengua su voracidad, repuestos del exigente gasto energético de las jornadas completas en su singladura de regreso desde el mar. Y de otra parte porque, al haber tenido tiempo de conocer más a fondo el río, asoma más resabiado frente a elementos que interpreta ajenos a su hábitat.

El balance es muy similar al registrado en el Asón, excepción hecha del aguacero, que aquí no ha comparecido pero que no se descarta. Los cotos de Batuerto y Laza han sido ocupados por sus titulares bien entrada la mañana. Desde allí siguen ojo avizor para adivinar la presencia de un candidato a convertirse en trofeo de una campaña que marcará un nuevo hito negativo en lo que a capturas se refiere.

De un tiempo a esta parte la pesca del salmón se ha convertido en el mejor exponente del cálculo de probabilidades. Porque ya puede entrar al río el pescador más experto y habilidoso con la caña, que poco tendrá que hacer si falta el aspirante a víctima de sus lances. Sin salmón no hay paraíso.