Are You New User

Ciencias y humanidades en la misma orilla del conocimiento Monday, 07 August 2023


Las Escuelas de Inmunología y Mundo Clásico abogan por entrelazar saberes desde las aulas «y a lo largo de la vida»


Leonardo da Vinci es quizá el ejemplo más recurrente cuando se trata de hablar del científico total, del humanista, del polímata, porque este señor del Renacimiento fue pintor, arquitecto, botánico, filósofo, inventor... Fue un poco todo. «La verdad es que Leonardo Da Vinci tendría difícil encaje en la sociedad contemporánea porque no sabrían qué etiqueta ponerle», advierte Antonio López Fonseca, catedrático de Filología Latina y director de la Escuela del Mundo Clásico celebrada la pasada semana en la UIMP.

Marie Curie o Santiago Ramón y Cajal son ejemplos parejos a Da Vinci. También Pitágoras o Aristóteles. «En la antigüedad clásica hablamos de filosofía, pero es que la filosofía lo abarcaba todo: las ciencias naturales, la física o la astronomía. Lo que ocurre es que esto se ha ido separando progresivamente», continúa López Fonseca. A su lado, África González Fernández, catedrática de Inmunología y codirectora de la Escuela especializada en esta disciplina científica, asiente. «Al principio, la gente era enciclopédica, no había tanta distinción. Eran médicos, pero también astrólogos, pintores o filósofos. Conforme el conocimiento se fue ampliando, llegó la especialización y eso llevó a esa dicotomía de las ciencias, las humanidades y, yo añadiría, la tecnología. La especialización te lleva a centrarte tanto en un campo concreto que a veces se pierde esa visión global del ser humano», apoya.

Los estudiantes y profesores de la VI Escuela de Inmunología de la UIMP.

López Fonseca y González Fernández, uno de ‘clásicas’ y otra de ‘ciencias’, se asoman con espíritu crítico a esa brecha impuesta en el conocimiento. No les convence. Ellos abogan por entrelazar saberes y disciplinas, y diluir las divisiones desde la escuela «y a lo largo de la vida». Aquí, por tanto, no hay dos orillas del conocimiento, hay una única orilla porque «todos lo buscamos, aunque enfocado desde distintos puntos de vista».

Las Escuelas del Mundo Clásico y de Inmunología e Inmunoterapia coincidieron la pasada semana en La Magdalena y el cruce de estudiantes y disciplinas ha sido «muy especial», dicen sus directores.  «Las dos Escuelas tienen una naturaleza diferente. La que dirige África está más especializada y en nuestro caso hemos pretendido abrirla más», señala López Fonseca. Durante cinco días, los ponentes han tratado de acercar todas las facetas del conocimiento de la Antigüedad grecorromana –la poesía, la filosofía, el teatro, la política, las instituciones, la ciencia–, así como explicar su vigencia. Han asistidomédicos, psicólogos, filósofos..., «todas personas interesadas en la cultura». Por tanto, con casi 90 matrículas en el estreno de esta Escuela, se ha cumplido el objetivo de «demostrar el interés, la actualidad, e, incluso la necesidad de conocimiento del mundo clásico. Se ha demostrado que es algo que importa. Hay todavía esperanza».

La Escuela de Inmunología ha cumplido seis ediciones en 2023 y en estos años ha vivido un progresivo aumento de sus alumnos. Su objetivo es actualizar los aspectos básicos y aplicados de la disciplina, con especial atención a los conocimientos adquiridos tras la pandemia de covid. La actualización en Inmunología es una obligación y es cuestión de meses, explica González, que ha dirigido esta edición junto con Marcos López Hoyos, director científico del Instituto de Investigación de Valdecilla (Idival) y presidente de la Sociedad Española de Inmunología.

Por eso, la científica se ha ido marcando objetivos claros en cada edición de la Escuela: fomentar el «aprendizaje constante»; aprender a «mirar el futuro» –es decir, pensar «hacia dónde vamos, qué otras pandemias pueden venir, qué papel ha de jugar el inmunólogo, qué tipo de vacunas podemos hacer»–, y, finalmente, el objetivo de alimentar «una actitud crítica», algo que «para un científico es muy muy importante».

Esa actitud sustancia a las humanidades. «Porque el conocimiento de las humanidades y del mundo clásico ayuda a la formación del espíritu crítico», dice López Fonseca, «y, por eso, creo que es fundamental que no se pierdan en la enseñanza Secundaria y en la universidad si lo que queremos es formar auténticos ciudadanos críticos, que puedan tomar decisiones acertadas, por ejemplo, ante una pandemia, y que sean capaces de hacerlo previa reflexión. Si solo creamos técnicos estaremos destrozando la sociedad. Necesitamos reflexionar, comprender, escuchar».

Por eso, más allá de las diferencias ontológicas entre las ciencias puras y las humanidades –el modelo de investigación y las preguntas que se hacen los investigadores no son las mismas; no deberían ser las mismas porque «no es lo mismo preguntarse ¿para qué sirve una grabadora que para qué sirve un poema?»–, más allá de esas diferencias, la idea que defienden estos dos catedráticos es «intentar demostrar que hay una unidad en el conocimiento y que al final todos buscamos ese conocimiento, la verdad».

Más transversalidad

En ‘La nueva Ilustración. Ciencia, tecnología y humanidades en un mundo disciplinar’, el físico, historiador y miembro de la RAE José Manuel Sánchez Ron sostiene que «es el trabajo de grupos de especialistas en diferentes materias lo que permite ver más allá, así como intentar resolver los problemas que tiene planteados la humanidad». López Fonseca y González Fernández no pueden estar más de acuerdo con la tesis de esta obra –Premio Internacional de Ensayo Jovellanos– y de tantas otras.

La separación entre ciencias y letras, observa el director de la Escuela del Mundo Clásico, empieza más claramente en Secundaria. «La formación general debería ser realmente general porque eso va a permitir luego a los estudiantes tomar una elección más madura y tener un conocimiento real de lo que son las distintas disciplinas».

La distinción entre ciencias y letras persiste y, además, la elección de itinerarios se hace a edades tempranas, entiende González Fernández. «Si te gustan las matemáticas, vas hacia un lado, pero si te gusta escribir, componer poemas o te gusta el arte, entonces vas por humanidades. Y eso se hace en una etapa en la que la persona aún no tiene una idea del mundo y se pierde una oportunidad de lograr la multitransversalidad». Porque «necesitamos mayor transversalidad a todos los niveles: en el instituto, la universidad, en los másteres y en la vida; porque la formación a lo largo de la vida te puede abrir puertas», incide la inmunóloga.

Entrelazar saberes, la clave

Como el movimiento se demuestra andando, López Fonseca y González Fernández son ejemplos de cómo entrelazar saberes. La catedrática de la Universidad de Vigo está llevando su interés por la pintura al campo de la medicina, algo poco común y que inevitablemente lleva a pensar en Ramón y Cajal, que quiso ser pintor y acabó llevando su pasión al hecho médico. Los dibujos de las estructuras arbóreas de las neuronas que hizo el ‘padre’ de la neurociencia son de una calidad de primer nivel. González Fernández trata de seguir sus pasos.

«Si cogéis un manual de historia de la literatura latina o griega, ahí no está solo Homero, están Hipócrates, Galeno, Apicio... [médicos y gastrónomo, respectivamente]. ¿Y quiénes podemos leer estos libros para los demás? Nosotros», subraya López Fonseca. El filólogo ha hecho numerosas traducciones, entre ellas, la de un tratado de farmacopea del siglo XVI con abundante información sobre botánica o química que realizó de la mano de expertos en estos asuntos. «Esas colaboraciones son muy enriquecedoras. Yo aprendí muchísimo y ellos también».

También colaboró López Fonseca en la composición de una especie de manual de toda la vegetación del campus de la Universidad Complutense. Le contactaron desde la Escuela de Ingeniería de Montes y él les ayudó a nombrar las plantas en latín. Al escuchar esto, González vuelve a asentir: «En medicina, la mayoría de las palabras proceden del latín y el griego. No conocer bien la historia te deja cojo», avisa, además de recordar cómo la anatomía ha bebido durante siglos de la pintura y la escultura.

«Un humanista es una persona interesada en la cultura e interesada en lo que piensa el otro. Nos hemos desentrenado en la capacidad de mirar y escuchar al otro y eso muy grave. Pero el humanismo aboga por un conocimiento compartido, trabaja por el cultivo del alma», concluye su compañero. «Porque a mí me interesa mucho lo que hace África. ¡¿Cómo no me va a interesar?! Si me va la vida en ello».

Latest from

Related items

Ciencia y Salud

Contact