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La dignidad de la escritura Friday, 19 April 2024


Su ‘Elogio de las manos’, Premio Biblioteca Breve, que califica de «novela doméstica», convierte a una casa en personaje, juega entre la autoficción y la narración e indaga en la vida


Guillermo Balbona

Guillermo Balbona

Santander

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Viernes, 19 de abril 2024, 07:33

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Hay una distancia prudente en la manera en que Jesús Carrasco afronta la escritura. Tan pronto parece incrustado con naturalidad en el hecho literario como alejado, ajeno a lo que suponen las convenciones de eso que llamamos literatura. El escenario azaroso y la vida (y la muerte, claro) constituyen el verdadero magma y referente de su construcción del mundo y de la ficción.

En su nueva novela, Premio Biblioteca Breve, esa edificación es física, metafórica, simbólica y, por fin, esencia literaria y de vida. ‘Elogio de las manos’ (Seix Barral), experiencia personal fragmentaria o plena, de familia y comunidad, es en cualquier caso un relato sobre un lugar en el mundo. La casa es tan protagonista y criatura como los personajes que la habitan y presente y futuro, residencia y proyecto, se diluyen en una certeza: la consciencia de caducidad borrada por un estado de fugacidad que va anudándose en recuerdos y reflexiones. «Visto ahora que el tiempo ha pasado, quizá fue esa primera mejora del emparrado la que marcó el punto de inflexión a partir del cual la casa empezó a importarnos. Porque ni aquella mañana en que llegamos, ni tampoco en los meses siguientes, la casa nos importó demasiado. Era tal su deterioro que parecía imposible que llegáramos a sentirnos cómodos allí. Saber, además, que pronto sería derribada no ayudaba a que nos comprometiéramos con ella. ¿Qué pasó, entonces? ¿Qué nos llevó a trabajar tanto por algo que sabíamos que terminaría más pronto que tarde? ¿Por qué no reservamos la esperanza y las fuerzas para objetivos más plausibles? De todas las preguntas que la casa me ha formulado en este tiempo esta última es, sin duda, la pregunta crucial».

Elogio de las manos

Elogio de las manos
  • Autor: Jesús Carrasco

  • Editorial: Seix Barral, 2024. Premio Biblioteca Breve.

  • Páginas: 320.

  • Precio: 19.85 euros.

El autor de ‘Intemperie’ impregna la escritura de una serie de vasos comunicantes entre la autoficción y lo narrativo mientras pasa la vida y el lector siente la implicación testimonial a veces, comprometida otras, que conlleva en la lectura miradas a través de una de las ventanas hacia dentro que propone el escritor. Como un museo de los esfuerzos inútiles, como esa casa protagonista que, antes o después sabemos será derribada (como las vidas que esperan a la muerte), ‘Elogio de la manos’ se posa en un equilibrio extraño entre la levedad y la hondura, lo ligero y lo trascendente, lo cotidiano y lo crudamente existencial. Y atravesando todos estos síntomas y estados la novela se postula como una aventura vital. Hay que respetar la propia etiqueta que el autor utiliza para hablar de su obra: ‘Elogio de las manos’ es una ‘novela doméstica’, cargada de referencias literarias y cinematográficas. Los pilares fundacionales de la novela no se ocultan pues lo importante es esa transformación física, material y vivencial que va revelando la narración.El escritor y su familia llegaron hace trece años, de un modo azaroso, a una vivienda casi en ruinas situada en un pequeño pueblo del sur de España. Un acuerdo con el propietario les permitiría hacer uso de ella mientras él encontraba financiación para construir allí unos apartamentos. «Era solo cuestión de tiempo que la casa fuera derribada. Sin embargo, durante los años siguientes, pasaron largos periodos en ella, reparándola con sus propias manos, transformándola en un acogedor lugar de encuentro y celebración. Allí recibieron a vecinos y amigos; con ellos compartieron comida, música, trabajo y risa. Allí la familia llegó a convivir con una docena de gallinas, varios caballos y burros, dos perros y algún ratón», tal como reza el enunciado editorial. Y luego está el lector. Leer ‘Elogio de las manos’ es asistir a una pausa y un latido. La primera es la descripción de una aspiración a lo intemporal, un atajo costumbrista y cotidiano que torna en una constante indagación. El juego de la metaliteratura está presente en ese narrador que cuenta el libro que tenía pensado escribir, mientras en realidad escribe este que se presenta ante el lector. Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972), autor de ‘La tierra que pisamos’, ha confesado que pensó en un ensayo para afrontar esta historia, pero que tras hallar la voz adecuada su ecosistema narrativo natural era el destino más lógico.

Lo rural, lo artesanal, lo físico, eso que se construye con las manos es la envolvente geográfica y territorial de esta historia, pero tras ella asoma la dignidad, lo inasible, la miniatura o cercanía de acciones y cosas, objetos y labores que defienden su necesidad y su propia construcción diaria. Exploración, cercanía, despojamiento.

Lo cotidiano y lo extraordinario, el asombro de vivir al cabo, cruza la novela, no tanto como un canto, sino como una reivindicación de lo cercano. Y en ese trayecto sabedor de que antes o después finalizará, la memoria tiene su protagonismo. Esa lentitud, proximidad, desvanecimiento emocional recorre las estancias de la casa/novela como un organismo vivo.

Con motivo de la recepción del galardón ya lo dijo el propio autor: «La escritura es una actividad solitaria por excelencia, se concibe en soledad la historia, se arma y se teclea. Pero una cosa es escribir y otra escribir novelas. Para ello yo al menos necesito otras personas, no puedo hacerlo solo. Y en ese esfuerzo tan largo uno acaba su capacidad para ser lector, para valorarla. Y necesito de la mirada de los otros». Carrasco deja claro que en el espacio cercano suceden las cosas decisivas de la vida. «Esa es mi experiencia personal, que he intentado escribir sin sensiblería y sin maniqueísmo. Ese espacio cercano, a menudo denostado, yo lo reivindico como espacio fértil». «Pero la casa –escribe– no era nuestra y, además, su forma era rígida y muy peculiar, por lo que fuimos nosotros los que tuvimos que adaptarnos a ella, haciéndonos flexibles y peculiares y abrazando, o intentándolo, la provisionalidad». Ante el derrumbe, el de la casa, el físico del cuerpo, el de un proyecto con sus ilusiones y sus fracasos, el narrador narrado novela un estado de vida.

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