Este jueves por la mañana, alrededor de las diez, había tres operarios sobre el puente que une Villanueva de la Peña, en Mazcuerras, con Virgen de la Peña, en Cabezón de la Sal. Los tres hombres destacaban con su indumentaria fluorescente en la imponente estructura colgante sobre el río Saja, preparada para ser inaugurada, con el hormigón brillante, recién estampado y las barandillas por estrenar. La Consejería de Obras Públicas ha confirmado que el puente se abrirá este viernes al tráfico tras cinco años de obras. Será un día histórico en la zona, porque los trabajos se han demorado mucho más de lo esperado y por la propia infraestructura, que cambia totalmente la fisonomía de entrada al valle de Cabuérniga.

Los vecinos ya lo sabían, que se iba a abrir pronto, después de lo tarde que han terminado las obras. «Lleva días ya listo y sin inaugurar», aseguraba esta mañana Ricardo Gómez, de Ibio, mientras leía el periódico en el bar Los Abetos, situado justo al lado del puente. ¿Y por qué han tardado tanto? «Pues porque los gobiernos siempre dicen cien y luego son trescientos, pero esta vez no sé quién tiene la culpa», opinaba Ricardo. La Consejería de Obras Públicas, que financia el proyecto de 3,3 millones de euros, se aventuró ofreciendo sucesivos plazos de conclusión que nunca se cumplían desde que se iniciasen los trabajos en el año 2018. También ha habido un poco de mala suerte, una pandemia mundial e inundaciones. Factores que han contribuido a retrasar las labores de ejecución hasta tal punto que los habitantes de los municipios afectados llegasen a cuestionar su conclusión. Era el puente interminable. Hasta ahora.

Los vehículos y los viandantes atravesarán los noventa metros de estructura desde este viernes, algunos por necesidad y otros simplemente por curiosidad. La plataforma cuenta con trece metros de ancho y aceras, dos aspectos de los que adolecía el anterior puente, que hasta ahora ha sido la alternativa a la pasarela en construcción. «Era muy necesario, porque por el viejo apenas cabían dos coches a la vez», justifican los vecinos. La estrechez y la falta de visibilidad en este punto hacía que fuera peligroso cruzar de un pueblo a otro, especialmente a pie, ya que los peatones no disponían de espacio suficiente. El antiguo será derribado −la Consejería aún no ha adelantado cuándo−, una medida con la que no todos están de acuerdo «por su alto valor histórico y el sacrificio que llevó construirlo, eso no se debe olvidar», opinaba esta mañana otro vecino de Villanueva. Pero se olvidará, como estos cinco largos años de obras, en que los vecinos ya se habían acostumbrado al ruido, a las máquinas y a los coches oficiales de las autoridades que de vez en cuando visitaban la zona.

Ha sido uno de los proyectos estrella de esta legislatura y termina dos meses antes de la próxima cita electoral, aunque la realidad es que el puente lo ha luchado la actual Consejería de Obras Públicas, porque ha pasado de todo. Las obras se han visto afectadas por dos inundaciones. En las últimas, que se produjeron en noviembre de 2021, la riada se llevó por delante uno de los pilares provisionales de la estructura. Hubo retrasos en la llegada de los materiales, y los pilones y el tablero tuvieron que ser construidos en un taller a medida. Durante semanas apenas se registraba actividad. La envergadura de la plataforma, «acorde al entorno», tampoco facilitó la agilidad de los trabajos. «Yo ya no me acuerdo de cuándo empezaron, porque llevan tanto tiempo...», señalaba también este jueves Amparo Bardón, vecina de Villanueva, mientras barría el patio de su vivienda. A Amparo también le da pena «que tiren el puente viejo».

Cerca de la casa de Amparo discutía un grupo de vecinos antes de salir a andar en bicicleta. Que si el puente anterior era un problema para el río o al revés. No se ponían de acuerdo. Sí opinaban lo mismo sobre el nuevo: «Va a ser algo bueno, sin duda».