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Auge y caída de las camas de agua: ¿por qué son tan caras si nadie las quiere? Friday, 24 March 2023


¿Para qué, con la sequía que hay? Es posible que, en algún momento de la vida, el lector haya podido disfrutar la grata experiencia de repantingarse sobre una cama de agua hinchable. En caso contrario, podemos imaginar de manera fácil cómo sería: tal vez, la sensación de mullido nos hiciera sentirnos como en una balsa en mitad de algún río de lo más caudaloso o en la paz silenciosa del océano, meciéndonos por las olas. Pero conjeturas metafóricas aparte, posiblemente no notásemos diferencia alguna con el hecho de estar sobre un colchón de muelles convencional cualquiera.

Esto es lo que seguramente piensen tantos consumidores, pero no el propio mercado. Si googleamos el término "cama de agua" nos sorprenderá descubrir que este es un bien al alcance de unos pocos a juzgar por su inusitado precio: más de mil euros puede llegar a costar una unidad, un poco más si viene recubierta de una pequeña superficie de vinilo. ¿Cómo llegó a convertirse en un producto de lujo algo que está relleno de agua, la sustancia universal básica para la vida, uno de los materiales más abundantes de la Tierra y que para hacer acopio de él basta con que caiga del cielo en forma de lluvia?

"No solo fue un dispositivo nuevo y genial, sino que encarnaba la liberación sexual de aquellos años"

Charlie Hall fue su precursor moderno, en plena época del Verano del Amor. Este estudiante de diseño de la Universidad Estatal de San Francisco, en California, inventó en 1968 el prototipo de una bolsa de vinilo con una capacidad de 136 litros y consiguió la patente tres años más tarde, en 1971, a la que originalmente no llamó "cama de agua", sino "soporte líquido para cuerpos humanos". En ese momento, no fue muy bien recibida, por lo que Hall se aprovechó de la contracultura que dominaba aquellos años, publicitándola como una cama genial en la que hacer el amor.

"No solo fue un dispositivo nuevo y genial, sino que surgió en un momento en que la cultura adoptaba cualquier cosa diferente, especialmente un producto que encarnaba la liberación sexual de aquellos años", asegura Henry Petroski, en un antiguo reportaje de la revista The Atlantic que se hace eco de la historia de la waterbed de Hall. En aquel momento, el estudiante se hizo de oro a costa de apropiarse del discurso contracultural de los hippies, y en solo un año abrió 30 tiendas propias en todo Estados Unidos. Sin embargo, su éxito duró muy poco, ya que muchos imitaron su producto, lo que le llevó a una larga cadena de juicios para demostrar que él era el verdadero pionero en esto de dormir sobre H2O.

¿Fueron primeros los persas?

Pero la historia de dormir sobre una gran base de agua es mucho más antigua, y no se remonta a la pericia de Hall. Otras civilizaciones antiguas ya comprendieron que juntar grandes cantidades de agua en un envase cerrado puede tener funciones viscoelásticas. Fueron los persas, allá por el 3600 a.C., los primeros a los que se les ocurrió rellenar colchones de piel de cabra con agua recalentada por el sol. El precedente más inmediato de Hall, sin embargo, fue un médico escocés llamado Neil Arnott, quien en 1833 patentaba una "cama hidrostática" para prevenir escaras en la piel de los pacientes. Veinte años después, otro doctor, esta vez inglés, llamado William Hooper, patentó un colchón de caucho con fines terapéuticos que se llenaba con agua y estaba pensado para "mejorar la circulación".

Ahora son mucho más livianos y están provistos de accesorios que mejoran su aspecto visual (como el vinilo) y su comodidad

Volviendo a la historia de Hall, cuando terminó la moda hippie, las camas de agua siguieron copando los anuncios de televisión en Estados Unidos y una larga lista de beneficios para las empresas que las comercializaban. Se hicieron modelos para cada hobbie o época histórica favorita. Y, por supuesto, tuvo mucho éxito entre los aquejados de dolores de espalda, quienes pensaron que era una opción mucho más cómoda que el clásico colchón (aunque más tarde descubrieron que era más bien al contrario). En 1984, las camas de agua representaban un negocio de alrededor 2.000 millones de dólares, según asegura un artículo recientemente publicado en Mental Floss. Para 1987, el 22% de las ventas de colchones eran de camas de agua.

Foto: Wikimedia Commons.
Foto: Wikimedia Commons.

Sin embargo, la moda empezó a decaer por los altos costes de mantenimiento del producto y, como es lógico, porque si ocurría un mínimo destrozo en su superficie, la estancia entera se inundaba. Así lo representa una escena cómica de la famosa película de Tim Burton, Eduardo Manostijeras quien, sin querer, provoca una fisura en una de ellas. Por supuesto, eran extremadamente pesadas (imagina tener un lecho en tu cuarto del peso de una piscina hinchable con capacidad para más de 150 litros). En caso de que quisieras remodelar tu habitación, estabas apañao (por decirlo llana y coloquialmente).

¿Y en la actualidad?

En la actualidad, como decíamos al inicio del artículo, basta con echar un vistazo en Google para comprobar que se ha convertido casi en un producto de lujo. Evidentemente, su diseño ha avanzado mucho durante todos estos años. Ahora son mucho más livianos y están provistos de accesorios que mejoran su aspecto visual (como el vinilo) y su comodidad. También hay modelos que autorregulan la temperatura de quien duerme sobre él.

Foto: Ilustración del equipo de Diseño de El Confidencial.
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Lo que está claro es que, al menos en el mercado anglosajón, ya no se llaman "camas de agua", sino que han optado por nombres más chic, como "cama de flotación" o "cama flotante". Sea como sea, nunca está de más comprobar la historia de ciertos productos de consumo para analizar distintas tendencias. En su día fue la revolución sexual del movimiento hippie, y ahora, en la actualidad de nuestro país, no hemos encontrado datos específicos, pero seguramente sea una auténtica rareza. Más populares, en todo caso, son los colchones inflables para hacer camping, los cuales son muy útiles y socorridos para pasar una noche cómoda en el campo, pero para nada como sustituto del colchón viscoelástico tradicional.

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