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’Rímini’: una gran comedia negra sobre Europa, ese paraíso de viejos que necesitan compañía Friday, 24 March 2023


En septiembre del año pasado, en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián conocimos a Ewald (Georg Friedich), un tipo gris de voz aflautada, trabajador de una ciudad industrial del centro de Europa. Un hombre austríaco de aspecto anodino, con una vida —aparentemente— sin hitos destacables, con una novia normal y un piso normal y una rutina normal en la que, de vez en cuando, visitaba a su padre en una residencia de ancianos. Era el protagonista de Sparta, del también austríaco Ulrich Seidl, una película rodeada de polémica porque, debajo de esa supuesta normalidad, Ewald escondía un oscuro secreto relativo a sus impulsos sexuales, al igual que su anciano padre demenciado, que en un momento arranca a cantar una canción tradicional de su juventud que descubre su pasado nazi. Pero ¿qué alemán o austríaco centenario está libre del pecado nazi?

Foto: Un fotograma de ‘Sparta’, de Ulrich Seidl. (Filmin)
‘Sparta’: una perturbadora película sobre un pedófilo trae la polémica a San Sebastián

Ewald, sin embargo, no es el único que visita al antiguo nazi en la residencia. También pasa por allí su otro hijo, Richie (enorme Michael Thomas), un cantante venido a menos que intenta resucitar su carrera de bolo en bolo por antros de mala muerte, a veces ofreciendo sus servicios sexuales a mujeres mayores a cambio de limosna. El hermano de Ewald es el protagonista de Rímini, nominada al Oso de Oro en la Berlinale de 2022 y que junto a Sparta conforma este peculiar díptico centrado en el paisaje desolado y decadente de Europa central y mediterránea. Europa como una vieja gloria pervertida y decrépita. Europa como una ruina que prueba un esplendor pasado. Y este viernes 24 de marzo por fin se estrenan juntas en España de la mano de Filmin.

"Esto está tranquilo", dice Ewald. "No, esto está vacío", contesta Richie. Al igual que en Sparta, los espacios vacíos se suceden en el paisaje físico y emocional de los personajes. Los pasillos de la residencia, las habitaciones de la antigua casona familiar, la habitación juvenil llena de carteles de cantantes y de sueños rotos, el sótano atestado de juguetes infantiles que cogen polvo, porque ya no hay niños que jueguen con ellos. Richie y Ewald son los opuestos. Ewald es afeminado, el hombre blandengue, que cantaba El Fary, mientras que Richie Bravo obviamente, un nombre artístico es una parodia de una masculinidad desfasada, aquella de los Johnny Hallyday de turno, cuyo anacronismo raya en lo patético. Richie tiene el pelo rubio y graso recogido en una coleta. Dedos gruesos y anillados. En el lóbulo un arete. Botas de piel de serpiente —probablemente falsa— y tacón. Ni siquiera lo contratarían como imitador de Meat Loaf en Benidorm.

Como su propio título indica, Rímini transcurre, mayoritariamente, en la ciudad italiana de Rímini, en la costa del Adriático, destino turístico de masas al estilo de, otra vez, Benidorm. Pero Seidl nos lleva a la ciudad fantasma que queda en temporada baja, cuando la niebla toma el paseo marítimo, los parques acuáticos hibernan, los únicos autobuses que paran son los del Imserso y las aceras se convierten en los colchones improvisados de inmigrantes subsaharianos sin papeles que se han dado cuenta de que el sueño por el que han arriesgado la vida sigue siendo miserable. Desde la primera secuencia, Seidl opone esa Europa blanca de turistas arios —la migración buena— frente a los expatriados africanos —la migración mala— y plantea, con mucho humor retorcido, cómo el racismo resiste en esta Europa que se vende como progresista, pero que, si atendemos al legado cultural —empezando por las canciones populares y acabando por el Holocausto—, es profundamente xenófoba. La mayor parte de la banda sonora que interpreta el protagonista son canciones de europop romántico y meloso compuestas para la película.

Michael Thomas, en un momento de ‘Rímini’. (Filmin)
Michael Thomas, en un momento de ‘Rímini’. (Filmin)

En Rimini, Seidl vuelve a demostrar su superpoder especial, el de conseguir, con los detalles y los pequeños gestos, encapsular no solo la incomodidad, sino toda una trayectoria de decepciones en cada uno de los personajes y los lugares, pero siempre con una empatía sincera hacia los perdedores. Sus cuadros, compuestos milimétricamente, casi con tiralíneas, utilizando todas las posibilidades que le ofrece la arquitectura de las localizaciones, son un retablo de la tristeza, del desencanto, soportable gracias a la ironía con la que trata las situaciones. Y la sordidez. Pero Seidl también tiene la habilidad de encontrar una extraña belleza en la decadencia. "Cuando no todos los sueños se hacen realidad. Cuando el amor se termina. Cuando incluso la esperanza deja de existir, solo hay soledad", canta Richie durante una actuación, condensando en unos versos toda una existencia de frustraciones.

Pero lo mejor de Seidl es la complejidad con la que él y su coguionista y también esposa, Veronika Franz, construyen unos personajes complejos, poliédricos, que no representan ningún valor moral ni ninguna idea; simplemente son. Seidl es, también, uno de los mejores directores de actores del cine de autor en activo y esta vez consigue una interpretación soberbia no solo de Michael Thomas, sino de cada uno de los personajes que recorren la pantalla: desde las mujeres maduras que buscan sexo, cariño y sentirse atractivas cada noche a base de billetes, hasta el novio musulmán de su hija Tessa (Tessa Göttlicher), que no necesita ni abrir la boca para darle contexto a su personaje. Además, la mayor parte de secundarios que trabajan en Rímini son actores sin experiencia previa frente a las cámaras, lo que eleva el nivel de dirección de Seidl hasta la categoría de magia. Y como siempre, el final que encuentra Seidl a los caminos de sus personajes es de una brillantez incontestable, siempre paradójico, siempre inesperado, siempre emocionante. Y el montaje, de Monika Willi —nominada al Oscar por Tar— es impecable.

Michael Thomas es Richie Bravo. (Filmin)
Michael Thomas es Richie Bravo. (Filmin)

"Ahora el mundo es tan deprimente", suena en el disco antiguo que escucha el padre de Richard en su cubículo de la residencia (es "la última aparición frente a la cámara" del actor Hans-Michael Rehberg, por cierto, que falleció tras el rodaje). Rímini es un retrato de Europa como un continente vacío que necesita repoblarse. Europa, un paraíso seco lleno de viejos que necesitan compañía. Europa, reflejada en un anciano que arrastra los traumas y crímenes del pasado. No se la pierdan.

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