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China está desangrando Ucrania… Kiev ni siquiera lo sabía Wednesday, 30 August 2023


"¿Este torniquete? Falso. ¿Este? Falso. Falso, falso, falso", dice Andrii, arrancando sucesivamente, en una durísima cadencia, los torniquetes de las mochilas de primeros auxilios de sus compañeros soldados de la 24ª Brigada del Ejército ucraniano, desplegados en el frente del Donbás.

Durante este año y medio de guerra, torniquetes de fabricación china que no cumplen los estándares básicos, proporcionados ya sea por voluntarios o por donaciones estatales, han inundado el país. El número de vidas que se han podido cobrar es incalculable. Médicos de combate en el terreno han comenzado a denunciar los casos, pero, por el momento, el Gobierno de Kiev no ha podido hacer nada.

Foto: El tablón de
Historia de dos ciudades del frente de Ucrania y lo que te dice de una guerra que no se va a acabar este año

En cada punto de estabilización del Donbás, puestos médicos a donde llegan las ambulancias con los hombres y mujeres heridos en el frente, prácticamente cada doctor guarda en su teléfono una fotografía de una pierna ensangrentada. “Este hombre podría haber sobrevivido si no hubieran utilizado un torniquete chino. Traje [al puesto médico] a cuatro heridos, tres logramos salvarlos, este por desgracia murió literalmente en mis manos. Ambos torniquetes están rotos”, dice Volodímir Sovolevsky, médico de combate voluntario. Antes de la invasión, era dentista.

En el frente de la guerra contra las tropas de la Z, las heridas más comunes son de metralla: un proyectil impacta cerca de una trinchera, junto al murete donde se refugian, delante del blindado que los transporta. Decenas de fragmentos entran en el cuerpo, perforan la piel quemada y se abren paso entre carne y músculo, en muchas ocasiones, cortando venas y arterias. “Lo más habitual es que se desangren”, dice Khassan El Kafarna, médico palestino-ucraniano desplegado en un pueblo del Donbás que por seguridad no vamos a nombrar, como otras localizaciones del artículo. Sin un torniquete a mano, es casi imposible salvar la vida al soldado. Qué suerte que tiene uno en el botiquín portátil de emergencia… hasta que lo prueban en sus carnes, empiezan a apretarlo y se rompe. El soldado muere en las manos de su compañero que intentaba salvarlo.

“Descubre las 10 diferencias”, dice Oleksander Shyshov, médico de la III Brigada, mientras coloca frente a él, sobre una camilla en la que más tarde se tumbará un soldado herido y que quizá pierda un ojo, dos torniquetes. A primera vista son muy similares, pero el diablo está en los detalles: el material de la cinta, mucho más duro, pero flexible, en el caso del torniquete TCCC (aplicados en combate), el tubo utilizado para apretar hasta cortar la circulación, uno de aleación metálica y el otro de plástico que se dobla a la mínima presión que ejerce el médico… “El frente está lleno de torniquetes chinos”, lamenta.

Foto: El teatro de Cherníhiv, tras el ataque ruso que dejó siete muertos. (EFE/Oleg Petrasyuk)
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El problema con el suministro de torniquetes, que en tiempos de paz se fabrican casi a demanda para los ejércitos cuando calculan que van a entrar en una operación en el terreno, podría ser entendible en los primeros meses desde el inicio de la guerra. En aquel entonces, las Fuerzas Armadas de Ucrania tuvieron que hacer frente a una oleada de reclutas voluntarios que multiplicó casi por cuatro el tamaño de su Ejército, sin contar otras fuerzas que también se han desplegado para la defensa del país. Kiev sufrió para siquiera vestirlos o cubrirlos con chalecos antibalas, mientras al mismo tiempo pedía a sus socios occidentales armas suficientes para plantar cara a los rusos.

Aquí es cuando el mercado, muy pendiente de las oportunidades que dan los picos de demanda, encontró su oportunidad. Centenares de nuevas compañías empezaron a ofertar torniquetes en AliExpress (u otras plataformas, incluida Amazon), donde los voluntarios o los propios soldados compraron torniquetes a espuertas. Un torniquete de TCCC vale, como mínimo, unos 27 euros. En AliExpress, hay torniquetes al por mayor por menos de cinco. En el momento de caos absoluto de los primeros dos meses, cuando fuentes del Ejército ucraniano confirmaron a El Confidencial que ni siquiera había stock suficiente de chalecos militares en Europa y tenían que traerlos desde EEUU o Australia, cuando también los soldados del Ejército ruso —a quienes, técnicamente, la invasión no debería haberles sorprendido— tenían que comprar ropa de invierno online, esa diferencia de precio y de disponibilidad de stock fue muy tentadora para muchos.

“Algunos voluntarios piensan ‘cuantos más, mejor’, y compran esos torniquetes chinos. Por cada cinco torniquetes que compramos nosotros, ellos pueden dar 20. No es necesariamente mala voluntad. El problema es que a veces los propios soldados tampoco saben qué están recibiendo, no son capaces de distinguir uno bueno de una copia china”, dice Evgen Vorobiov, cofundador junto a su compañero Serhii Fitchenko de la plataforma de donaciones Protect Ukrainian Defenders, que recauda fondos para la compra y entrega de material médico para brigadas ucranianas en primera línea de combate. “Un torniquete chino puede ser no solo inútil, sino también peligroso. Porque si un soldado lo usa y cree que va a parar la sangre, y no lo hace, entra en pánico y empeora la situación”.

Foto: Soldados de la unidad Dyke Pole en los bosques de Kremina. (Fermín Torrano)
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Como les pasa a prácticamente todos los ucranianos, cuando el 24 de febrero comenzó la invasión rusa a gran escala, tanto Evgen como Serhii tenían ya contactos con miembros del Ejército y brigadas que fueron rápidamente desplegadas al combate. Primero en la defensa de Kiev y el norte del país, luego en el sur a Jersón, y casi inmediatamente después, sin descanso ni rotación, al Donbás. “Nos contactaron pidiendo ayuda. Si comparas el número de voluntarios que trabajan en medicina táctica, como nosotros, con los que recaudan dinero para drones, gafas de termovisión nocturna… Es un nicho mucho más pequeño, y no es suficiente —ni antes, ni ahora— para cubrir las necesidades extremas que hay”, relata Serhii. “No es tan sexy como los drones”.

No hay cifras oficiales de qué porcentaje exactamente proviene exclusivamente de las donaciones de voluntarios. Según María Nazarova, coautora de los programas de entrenamiento en medicina táctica del Estado Mayor del Ejército ucraniano, apenas un 10% de los kits de primeros auxilios que reciben los soldados en el frente proviene del Estado, en una combinación de la ayuda internacional de distintos gobiernos y de las muy exiguas reservas ucranianas. El 90%, de los voluntarios, afirma, en entrevista con el medio Babel.

El mercado chino es una bestia de producción a la que el público occidental ya pudo ver las garras durante la pandemia de coronavirus. No tiene, como buen negocio, equipos ni camisetas: datos de aduanas demuestran que Rusia ha adquirido desde chalecos y cascos protectores a gafas de visión nocturna por valor de 60 millones de dólares; Ucrania, aunque es más difícil por estar muy desagregado por las fuentes —voluntarios, gobiernos extranjeros…— también contará por millones el valor de los productos comprados a China, desde piezas de drones a torniquetes. También el coronavirus demostró al mundo la facilidad con que las fábricas cambian de producción y lo flexibles que pueden ser los permisos. Así lo describía a El Confidencial Ahmed (nombre ficticio), empresario árabe con base en Norteamérica y producción en la provincia china de Guangzhou. En 2019, su fábrica se dedicaba principalmente a la producción de cubos de plástico que exportaba a Estados Unidos y Canadá. En 2020, fabricaba miles de mascarillas y otros elementos de protección sanitaria. “Cuando hay oportunidad, es fácil reconducir la producción”, sostiene. Las mascarillas no son, por supuesto, un torniquete, de producción mucho más compleja. Pero las empresas chinas han multiplicado su producción y venta frente a años anteriores.

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Un ejemplo ya denunciado es el caso de torniquetes de la empresa china Anping Longji Medical: las FFAA emitieron un comunicado para informar de que sustituirían los torniquetes (que superaban los miles) entregados a una brigada en específico que había denunciado públicamente la situación por otros.

Año y medio después del inicio de la invasión, demuestra una de las limitaciones de las FFAA. “No les parece tan importante, [nosotros] no hemos recibido nada de ellos”, dice Andrii Polukhin, soldado de la 24ª Brigada y, hasta hace unos meses, paramédico de la misma unidad.

“Justo ahora [estos meses de verano] estamos sufriendo picos de demanda. Peticiones de unidades que nunca antes nos habían solicitado torniquetes”, esboza Evgen la situación. Para él, eso se puede traducir en dos cosas: que Ucrania está a la ofensiva —cuando ataca contra un enemigo fortificado, los heridos aumentan— y que hay un agostamiento de otros grupos de voluntarios, con menos donaciones.

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Ante las denuncias de los últimos meses, la Rada (el Parlamento ucraniano) organizó una sesión de control. Según SolomiIa Bobrovska, diputada de Holos (Voz) y de la Comisión de Seguridad Nacional, el Comando de las Fuerzas Médicas (KMS) no había adquirido ningún equipo de botiquines tácticos de primeros auxilios para las Fuerzas Armadas.

"Solo pueden depender de nosotros, en voluntarios que confíen en que compren los torniquetes buenos, o dejarlo tal y como está y rezar a Dios", concluye Serhii.

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