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’La fabulación infinita’: Terenci Moix no nos interesa Friday, 15 September 2023


Terenci Moix fue un gran escritor, nos dice el documental La fabulación infinita, y si hay una cosa que falta, que fallece, que se ausenta, que no existe, que no encaja en la hora y media de testimonios y archivos televisivos de esta película es la literatura. Viéndola uno diría que literatura es fama y extravagancia.

Hay, en esta larga incomparecencia literaria, un rosario de breves momentos donde uno, que algo ha leído y amado los libros, se derrumba. Son todos esos instantes en los que oímos pasajes de la obra (novelas) o de los artículos (en El País) de Terenci Moix. Ni una sola palabra, ni una sola frase parece propia de un escritor de fuste; ni un solo pasaje emociona, queda, te revienta de verdad y de luz. Es la palabrería tópica y autocomplaciente de un escribidor.

Terenci Moix.
Terenci Moix.

Mientras atendía a la prosa locutada de Moix, me acordaba de ese mismo recurso en Anatomía de un dandy (2020), el documental de muy parecida estructura que se hizo sobre Francisco Umbral. Cuando Aitana Sánchez-Gijón declamaba párrafos de la obra de Umbral, resultaba electrizante. El documental entero podría haber sido Aitana Sánchez-Gijón leyendo a Umbral si pausa, remecida en la angelicalidad de la palabra.

La fabulación infinita retrata, como Anatomía de un dandy, una época, unos niños del franquismo, una liberación, un país (diríamos, en la primera, Cataluña) y un camino de éxito y posterior decadencia. Comparten ranciedad y astracanada (tanto Moix como Umbral fueron sórdidos y saltimbanquis), calvicie y firmas de libros, ex parejas y duelo. Pero con Terenci Moix uno no ve otra cosa que un pícaro, un propagandista. Todo lo que puede decirse de él como escritor es que se la coló a todo el mundo.

La falta de sustancia intelectual de este filme tiene que ver con el criterio de escucha de sus creadores, Marta Lallana (directora) y Alvaro Augusto (guionista). En la presentación de la película en Madrid (producida por Filmin, y que cuenta con una versión extendida en forma de serie que se estrenará el 22 de septiembre), fue Luis Antonio de Villena el que sacó todas las aristas a la figura de Terenci Moix. Pero luego, en el documental, Villena aparece apenas veinte segundos. El documental concede incontables minutos a Boris Izaguirre, sin embargo.

Con Moix uno no ve otra cosa que un pícaro, un propagandista. Todo lo que puede decirse de él como escritor es que se la coló a todo el mundo

Villena, muy amigo de Moix, contó cómo había percibido que el castellano del autor de No digas que fue un sueño estaba lleno de “errores”, y que era en catalán donde su talento cristalizaba de manera más interesante. Moix empezó a escribir en castellano para vender libros, así que a la impericia de su prosa en español se sumó la venalidad de sus intenciones literarias. La consecuencia fue un puñado de libros malos que vendieron mucho y le hicieron rico.

Para Javier Marías, según contó Villena, Terenci Moix no era un autor que pudieras que tomarte en serio.

Todas estas pequeñeces jugosísimas están ausentes del documental, aunque hay un corte televisivo donde un joven le dice esto mismo a Moix: No digas que fue un sueño es muy malo, antes (con El año que murió Marilyn ) escribías mejor.

También se echa de menos en La fabulación infinita el concurso del único biógrafo que ha tenido Terenci Moix. En El tiempo es un sueño pop (RBA), Juan Bonilla revisó la vida y la obra del autor catalán, valorando con bastante generosidad esta última. Bonilla cuenta que Moix vetó la presencia de políticos en su funeral, que se inventó todo un anecdotario canalla del que no queda rastro cierto o que aprovechó el 11-S para pujar con ventaja en las webs de subastas. La mirada de Juan Bonilla, tan crítica como favorable, está completamente ausente del documental.

El escritor Terenci Moix.
El escritor Terenci Moix.

Así, lo que nos queda son amigos, parientes y ex parejas hablando de un señor que fue importante en sus vidas. Sus testimonios son parecidos a los que ofrecerían amigos y parientes y ex parejas de un señor cualquiera que eligieras por la calle. Por si fuera poco, uno tiene la sensación de que hay que ser catalán para captar algunos de los matices emocionales del retrato que se nos presenta de determinado tiempo en Barcelona.

Elevan la fábula, y mucho, las declaraciones del ex novio antonomásico de Moix, el actor Enric Majó. Sus palabras son tan hondas, sinceras y amables que, por momentos, quise que el documental tratara sobre él. Cuando era pareja de Terenci, el escritor manipulaba medios, teatros y programaciones para que la carrera de Enric ascendiera. Esto ya es sonrojante, y muy español: entrevistar en tu programa de televisión a tu novio sin que la audiencia sepa que no hay otro motivo para dar publicidad a esa persona que su vínculo sentimental con el presentador del programa. Cuando Majó, muy sensatamente, rompe con Moix, el escritor amenaza a todos sus amigos con dejar de serlo si le dan trabajo a su ex. El mal no descansa.

La noticia de lo triste que estaba

La fotógrafa Colita aporta a su vez naturalidad y sentido común a la película, humor y desmitificación. Moix, deprimido (es un decir) por la ruptura con Majó, se encerró en un armario con la intención de suicidarse. “¡Qué se iba a suicidar!”, nos dice Colita.

Foto: El escritor Terenci Moix (1942-2003).
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No estaría tan desesperado en efecto Terenci cuando consiguió que la agencia EFE diera la noticia de lo deprimido que estaba. Los años 90 eran así, la noticia era que estabas triste.

La única verdad útil o diminuta sabiduría portátil que queda tras ver el documental es esta idea de Moix que reproduce Boris Izaguirre: “Puedes ser escritor en cualquier momento, pero para ser una super-estrella solo tienes una oportunidad en la vida”. Moix, entendemos, aprovechó esa oportunidad. Pero del escritor que podría haber sido no quedó ni el marco.

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