Are You New User

«Los escritores estamos chiflados y no somos ejemplo de nada» Tuesday, 24 September 2024

«Los escritores estamos chiflados y no somos ejemplo de nada»

«Envejecer es fracasar y el fracaso está penado», asegura el autor de ‘El mejor libro del mundo’


Miguel Lorenci

Miguel Lorenci

Madrid

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Martes, 24 de septiembre 2024, 17:46

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Opciones para compartir

Sumido en un optimismo cósmico, tras títulos como ‘Alegría’ o ‘Los besos’, Manuel Vilas (Barbastro, 1962) vuelve a la arena con ‘El mejor libro del mundo’ (Destino). Es una novela con apariencia de diario en el que muestra su cara B y el vano empeño de escribir ese libro definitivo. En clave autobiográfica, el humor y una brutal sinceridad son sus armas para hablar de cosas tan serias como la impostura, la muerte, la posteridad o una solemnidad de la que abomina el ganador del Premio Nadal con ‘Nosotros’.

-Se da la vuelta como un calcetín para ¿descubrir a Manuel Vilas?

-Cuento todo lo que no se cuenta de la vida de los escritores. Muestro su cara B. La imagen del escritor es la de un ser notable, ilustre, modélico; ciudadano ejemplar y guía moral. Pero la vida normal de un escrito está llena de preocupaciones cómicas y ordinarias sobre las que se cierne el tupido velo que descorro.

-Tiene apariencia de diario, pero insiste en que es una novela.

-El debate de los géneros literarios me importa un bledo. Umbral decía que la novela en España es una superstición. Lo importante es encandilar al lector. Y este es una novela por la gran carga de subjetividad del texto. No son unas memorias, ni un ensayo ni un diario.

-¿Qué necesidad tenía de convertirse en personaje?

-Creerme lo que escribo. Por eso aparece mi nombre y mi vida. Es como un acta notarial: esto es verdad y lo firmo.

-El tono es tragicómico. Se ríe de sí mismo pero también se apena.

-Domina la comedia, que no esconde el dolor y las adversidades de cualquier vida. Pero hay partes sombrías. Un descenso a las profundidades del alma.

Portada del Libro. Destino
Imagen — Portada del Libro.

-¿Todo escritor es un impostor, como sugiere?

-El síndrome del impostor ataca mucho a los escritores. En los encuentros con los lectores siempre espero que alguien levante la mano y diga: «es mentira; ese señor no es un escritor. Es un impostor». Dudo, insisto, de la idea de la ejemplaridad social del escritor. No somos un ejemplo de nada. Y de ahí saltó a la impostura y la solemnidad

-Huye de la solemnidad como de la peste.

-El libro es un manifiesto contra esas solemnidades que invaden la vida, que es vulgar y ordinaria, como muestran las novelas. Cuando se premia a un escritor todo se torna solemne. Es una cómica paradoja. En la solemnidad reina la hipocresía. Me pone nervioso, como a Woody Allen y a Luis Buñuel. Tengo también dificultades para admitir la autoridad, que siempre es supersticiosa.

-¿Lo peor de ser escritor?

-Cuando un lector te dice que no le ha gustado su novela. Los lectores dicen siempre la verdad. El éxito y el fracaso siempre están en sus manos. No tienen filtro y siempre llevan razón. Sientes que has fracasado cuando no les emocionas. El éxito es que te dicen que tu novela les ha cambiado la vida.

-Antes que escritor se dice adicto a las palabras ¿cómo lo fue al alcohol?

-Escribir es una adicción. Necesito plasmar en palabras lo que veo y vivo. Si paso más de dos días sin escribir me siento fatal. Si pasara tres meses sin hacerlo enfermaría.

-También asegura que los escritores son una panda chiflados.

-Para escribir hay que estar un poco loco. Sus chifladuras a veces obtienen autoridad pública y se convierten en obras de arte. Puedes quedarte en chiflado o llegar a genio. Los escritores son grandes curiosos, alcahuetes que hacen las preguntas más inesperadas y no dan ninguna verdad por sentada. Viven ante el abismo y ofrecen planes alternativos de la vida.

-El libro surge al superar la oprobiosa frontera de los 60 años ¿Que pasó por su cabeza?

-Los números tienen mucho poder. Cuando me cayeron encima tuve la certeza matemática de tener más pasado que futuro. Eso me llevó a una crisis y hacer balance vital. Te das de bruces con tu vida laboral y ves en qué has gastado tu energía vital. Y eso que los escritores nunca se jubilan. No pueden. Su trabajo es la vida misma. Pero el tiempo es inexorable.

-Es obvio que Manuel Vilas se ha reconciliado con Manuel Vilas. ¿Su autoestima está por las nubes?

-En efecto. Pero me da mucho miedo. Nadie lo confiesa, pero todos tememos al fracaso, que puede ser un despido o una enfermedad. El fracaso está penado, por mucho que se disfrace. Envejecer es fracasar. En la vida no puedes decir que envejecer es una gran putada. En la novela sí, como en las películas, que también permiten decir lo que no está en la conversación pública.

-Celebra la vida hablando de la muerte.

-Es el gran misterio. No sabemos por qué nos morimos. Nos reímos de ella, la ignoramos. Ocultamos el tema en la conversación pública. Pero es el hecho fundamental de la vida. Reclamo el misterio de la muerte. La descripción médica no nos vale.

-¿Hay que reírse hasta la muerte?

-Desde luego. El humor salva vidas. Es fundamental en la batalla contra la muerte. Es lo único que me permite salir indemne sin volverme loco. Hablo de un humor inteligente, no frívolo, que baja el fondo de las cosas, que es capaz de hacer reír donde hay dolor y adversidad.

manuel Vilas, escritor.
manuel Vilas, escritor. Carlos Ruiz

-¿Le ha permitido este libro averiguar por qué escribe?

-Es la pregunta fundamental. Mi padre se sintió desconcertado conmigo; no entendió bien que fuera poeta. Era viajante de comercio y tendero, y madre campesina. He escrito casi 600 páginas para saber por qué me tocaron las palabras.

-Se confiesa anarco-republicano pero no anticapitalista, y ateo.

-En una sociedad hay dos cosas fundamentales: la modernidad política y la prosperidad económica, sin la que no hay cultura. No soy un inocente. No soy un anticapitalista. Fuera del capitalismo no hay nada, aunque evidentemente necesita corregirlo. Reivindico el ateísmo y una religión natural: el culto a tus muertos.

-¿Qué espera de la posteridad?

-Me gusta la posteridad que factura, como la de Cervantes. El éxito de un escritor es que los que le suceden puedan sacarle rédito económico. Hay miles de profesores de español en el mundo que viven gracias a Cervantes, que es una industria. Tiene prestigio como uno de los grandes escritores de la historia de la literatura. Eso hace que el español sea una lengua de cultura y se estudie. Si tuviéramos cuatro Cervantes nos iría mejor. Gracias a él mucha gente puede pagarse su vida. Sin él tendríamos una gran dificultad para que el español se reconociera como lengua de estudio.

-En la gran galería del personaje que desfilan por el libro pone a Jaime Gil De Biedma como ejemplo de vida. Pero tiene un lado oscuro, se acostaba con niños y lo cuenta.

-Leía sus poemas con quince años. Me da igual que sea un buen o un mal escritor. Lo vi como un modelo vital. Antepuso la vida a la literatura. Para él la vida era más importante que la literatura, y esa enseñanza es crucial. Siempre es más importante la vida que la literatura.

-Recuerda la frialdad de mármol de Javier Marías

-Sí pero lo destacó como como uno de los grandes escritores, quizá el mejor de su generación, el más dotado de los últimos cuarenta años. Es un elogio. Murió con setenta años, muy joven. Lo comparo con mi amigo Fernando Marías, que también murió joven. Los dos acabaron en el mismo sitio. El poder igualatorio de la muerte está en el libro. Dos tipos que hacían lo mismo se mueren pronto. Sus valoraciones literarias son distintas: uno era un genio y otro un escritor normal. A Fernando le interesaba más la vida y a Javier la escritura. Pero los dos gastaron su vida con las palabras. Los escritores eligen todo el rato la cuartilla por delante de la familia como los paseos como a los amigos las películas.... Y luego van y se mueren.

Latest from

Ciencia y Salud

Contact