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DLujo se adentra en un ático en Santander con unas espectaculares vistas a la bahía Monday, 05 June 2023

El propietario, enamorado de los anticuarios, mercadillos y brocantes, se encargó de su decoración, comprando piezas por todo el mundo


Marianela, además de una obra de Benito Pérez Galdós, es el nombre de una calle en Santander que alberga un imponente edificio cuyo ático se asoma a la bahía. Su terraza, de 300 metros cuadrados, abraza a la vivienda «dando la sensación de que estás en un barco», cuenta su dueño. Fue amor a primera vista: una persona conocida le comentó que estaba en venta y que le iba a encantar, y así fue. Desde el principio tenía claro que quería vivir en ese lugar, donde la abundante luz que entra por los amplios ventanales da vida a toda la casa, sin importar si el día está nublado.

Sin embargo, debido a las circunstancias de la vida, pasaron casi tres años hasta que pudo hacerla suya. Fue en el año 2000 cuando comenzó toda una aventura que le emocionaba mucho. Tenía claro que tenía que remodelarla por completo. Pero a pesar de ello, no buscó ninguna ayuda profesional (excepto la legalmente necesaria) para distribuir y decorar el espacio. Los 600 metros cuadrados de la propiedad, incluyendo la terraza, fueron el resultado de su instinto y su buen gusto, desarrollado a lo largo de los años y sus numerosos viajes por el mundo. Predominan los tonos claros, donde el blanco roto y el gris claro (o Cool Gray 3, según la paleta de Pantone) a veces se ven interrumpidos por toques tierra en cojines y alfombras marroquíes o indias.

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Daniel Pedriza

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Entre las grandes aficiones de este propietario están los toros, el mar y perderse, cada vez que va de viaje, por los brocantes, chamarileros y anticuarios, además de ser un asiduo de las subastas. De una de estas sacó un gran armario de raíz de nogal alemán, que ahora esconde el equipo de televisión y sonido. De un anticuario es la hamaca de cubierta de un crucero de los años 20 que descansa en la salita que preside un imponente telescopio, que apunta al cielo de la bahía. En esta misma estancia, en la pared, «están las maquetas de una pedreñera, con el anuncio de El Diario Montañés y todo, un práctico del puerto y un barco bonitero, realizados por un buen amigo, Pedro Fernández de Velasco, que guardo como un tesoro», cuenta.

Además, tiene una preciosa colección de maquetas de galeones franceses del siglo XVII que le fueron legadas por un antiguo vecino al fallecer. Cuando era pequeño, solía pasar los veranos en Santander con su familia, cuando los veraneos duraban tres meses. En aquel entonces, ayudaba a este vecino en la construcción de sus maquetas. Fue una bonita sorpresa que le dejara esas maquetas a su cuidado.

Y así, toda la casa, «pensada para recibir a amigos y familia», explica. No son raras las noches de cenas y largas tertulias, donde las velas y las vajillas de Limoges, adquiridas en mercadillos del sur de Francia, acompañan a los invitados, entre los que no es raro que alguno saque una guitarra o que otro se ponga a cantar.

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