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Es muy probable que hace algo más de un año, en enero de 2022, escucharán que Microsoft se iba a gastar más dinero que nunca, 68.000 millones de dólares, en comprar la empresa Activision Blizzard. Es muy probable que alguna vez hayan oído hablar de ella a pesar de que se la traigan al fresco los videojuegos. Son los desarrolladores y los propietarios de sagas multimillonarias tan consagradas como Diablo, Call of Duty, World of Warcraft o Candy Crush, por citar algunas.

La cuestión es que 14 meses después de firmar el acuerdo la venta no se ha formalizado. Nada más conocerse. la operación encendió todas las alarmas en Sony. No en vano puede suponer un nuevo reparto de poder en esta industria, una de las más lucrativas dentro del sector cultural, que los japoneses han dominado con PlayStation en lo que llevamos de siglo.

Los asiáticos no tardaron en movilizar también a las autoridades de medio mundo. El escenario no se presentaba sencillo para Xbox y Microsoft. Los reguladores son más reacios que nunca a aprobar este tipo de operaciones, por la creciente desconfianza que existe en el poder que vienen acumulando las grandes tecnológicas.