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Cómo evitar otro escenario ucraniano: entendiendo el refuerzo de la OTAN y España en Rumanía Thursday, 13 July 2023


Uno de los titulares más relevantes de la cumbre de la OTAN en Vilna es que España aumenta sus despliegues exteriores en apoyo de los aliados de Europa Central y Oriental. En Rumanía, las fuerzas armadas de la Alianza Atlántica y de España ya estaban presentes desde la invasión rusa de Ucrania. El país, que comparte frontera con Ucrania y tiene salida al mar Negro, se percibe vulnerable con un conflicto a sus puertas. Pero, sobre todo, se teme que el próximo objetivo de la Rusia de Vladímir Putin y sus estrategias de la zona gris podrían ir dirigidas a la vecina Moldavia, donde la existencia de minorías prorrusas y un conflicto congelado nos presenta un escenario con elementos que resultan ahora muy familiares por su parecido al camino de la invasión.

La decisión la anunció el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la cumbre de la OTAN celebrada en Vilna (Lituania) esta semana. El evento estuvo marcado por la guerra en Ucrania y la ruta de acceso que la organización está dispuesta a ofrecer a Ucrania. Pero también por medidas más estratégicas, como el refuerzo de la OTAN en Eslovaquia y Rumanía, dos países fronterizos con Ucrania. España no solo se ha comprometido a participar en ese esfuerzo colectivo sino que, según Sánchez, liderará un "grupo de combate" en el primero (hasta 700 soldados), y "reforzará sustancialmente su presencia" en el segundo (unos 250 efectivos)

Si bien la primera misión acaparará la atención por el protagonismo que asumirán los militares españoles encabezando una fuerza multinacional, el país, Eslovaquia, parece relativamente alejado del epicentro de las tensiones internacionales. En cambio, la misión en Rumanía supondrá un despliegue de fuerza menor, pero tendrá lugar en un país con más riesgos, cercano al foco del conflicto y ubicado en una encrucijada geográfica donde se combinan elementos suficientes para incubar una futura crisis.

Indefensión geopolítica

Rumanía se percibe a sí misma como un cruce de caminos. Ciertamente, los ejércitos de los zares rusos y los turcos otomanos atravesaron la costa rumana del mar Negro de camino a defender sus intereses en los Balcanes y Crimea, respectivamente. Y en ese ir y venir histórico de imperios, la cadena montañosa de los Cárpatos fue el bastión que permitió la supervivencia de una comunidad cultural rumana, convertida en una anomalía de lengua latina y religión cristiana ortodoxa entre los eslavos de Rusia y los musulmanes del Imperio Otomano.

Algo que no quita que ese bastión montañoso fuese también la barrera natural ambicionada por unos y otros para establecer una frontera fácilmente defendible, convirtiendo aquel territorio en el vértice estratégico de los imperios ruso, otomano y austrohúngaro sobre Europa Oriental hasta la Primera Guerra Mundial. El resultado para Rumanía de su condición de pasillo geográfico y lugar de paso de imperios es una sensación de indefensión geopolítica que le empuja ahora como país plenamente independiente a buscar un aliado fuerte.

Liberada por tanto de la sombra de la Unión Soviética tras el fin de la Guerra Fría, Rumanía miró a Occidente e hizo cola para entrar en la OTAN y la Unión Europea. Tras los atentados del 11-S, Rumanía ofreció su territorio como plataforma logística para los teatros de operaciones estadounidenses en Oriente Medio y Asia Central, además de contribuir voluntariosamente al despliegue multinacional en Afganistán. En esa decidida vocación euroatlántica encontramos una diferencia fundamental con la vecina Bulgaria, país con el que forma dúo en la imaginación del resto de europeos. Si bien Bulgaria también ha entrado en la OTAN y la UE, percibe su relación con Rusia de otra manera por los lazos históricos, lingüísticos y culturales. Los rumanos, en cambio, han deseado en cambio una mayor implicación de Estados Unidos en el mar Negro desde la invasión rusa de Ucrania en 2014.

Y en lo que sería la ruptura de otro tabú geopolítico más, el primer ministro rumano, Marcel Ciolacu, pidió durante una reciente visita a Alemania la implicación de Alemania en la región con un despliegue de tropas en suelo rumano. El mandatario sorprendió a sus anfitriones afirmando que esperaba la presencia permanente de soldados alemanes "tan pronto como fuera posible" y que se igualara la cifra de 4.000 militares desplegados de la OTAN prometida a los países bálticos.

La percepción de vulnerabilidad de Rumanía no es solo producto de los imperativos geopolíticos y la experiencia histórica. Rumanía no deja de ser uno de los países más pobres de la Unión Europea, con unas fuerzas armadas pendientes de modernización. Un repaso a los medios principales de su ejército nos presenta una colección de curiosas piezas de la vieja Guerra Fría. El carro de combate principal del Ejército rumano es el TR-85, una versión local del veterano T-55 soviético cuyo diseño se agrandó para instalarle un motor alemán. La fuerza aérea rumana, por su parte, dio de baja hace muy poco los también veteranos MiG-21 que habían sido modernizados con electrónica israelí para crear la versión Lancer.