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La derecha no ganará la guerra cultural Tuesday, 30 May 2023


Cuando pierde las elecciones, la izquierda se consuela a sí misma contándose algunas mentiras reconfortantes. Que la derecha es inculta. Que quiere acabar con la educación para poder controlar a los ciudadanos. Que desprecia cualquier forma de inteligencia. Que sus triunfos no tienen nada que ver con las ideas. Por supuesto, el conservadurismo tiene una larga tradición antiintelectual. Sin embargo, en las últimas tres décadas, la derecha española ha hecho un esfuerzo enorme para presentar sus credenciales intelectuales y demostrar que su aspiración al poder se basa en ideas; algunas de ellas discutibles, otras incluso conspiranoicas e histéricas, pero muchas no solo perfectamente razonables, sino difíciles de desmontar. No es solo una tendencia española. En todo Occidente, tras unos años fuertemente dominados por la ideas progresistas —muchas de las cuales eran buenas y oportunas, desde la lucha contra el racismo a la batalla por la igualdad—, están resurgiendo las ideas conservadoras.

Para verlo, basta con pasearse por la Feria del Libro de Madrid. Tras publicar un libro, La vuelta del comunismo , en el que identificaba como comunismo todo lo que se encontrara a la izquierda del centro, Federico Jiménez Losantos ha publicado otro, El retorno de la derecha , en el que celebra a la derecha que se encuentra más lejos del centro. Hace ya un par de años, Santiago Abascal prologó un libro titulado Filosofía verde , del filósofo conservador que más atrae a la derecha culta, el británico Roger Scruton. Mi colega en estas páginas, Juan Ramón Rallo, se ha hartado de firmar en la feria Anti-Marx , su nuevo libro, de título no demasiado sutil. Más discreto, Álvaro Delgado-Gal, exdirector de una de las mejores revistas culturales de la historia reciente de España, Revista de Libros, ha publicado Los conservadores y la revolución . Hace no mucho, se reeditó la obra maestra de Jon Juaristi, El bucle melancólico. Historias de nacionalistas vascos . No hace falta estar de acuerdo con todos ellos para reconocer que, cada uno en su registro, son adversarios serios en una conversación sobre política.

Foto: Librería del despacho de Pablo Casado en la sede del PP en Génova, Madrid. (Daniel González)
Libertad con ira: ¿por qué arrasan los libros ‘de derechas’?

Por supuesto, no sugiero que al PP y a Vox les haya ido bien en estas elecciones porque sus pensadores de referencia hayan publicado buenos libros. Doy por hecho que estos rara vez, o nunca, logran cambiar la orientación del voto. Pero es evidente que la derecha se ha armado intelectualmente. La izquierda daba por hecho que ganaría la batalla cultural que lleva años propiciando porque se siente endémicamente superior: piensa que solo ella ve en el conocimiento una herramienta clave para la emancipación. Y es cierto que esa izquierda ha ganado la batalla por la autonomía de los individuos en cuestiones morales, como el sexo o la religión; una lucha que siempre ha iniciado ella y cuya victoria la derecha se ha limitado a reconocer una década después. Con esa salvedad —que es muy relevante—, ahora la derecha parece lista, se muestra osada y siempre tiene una cita sofisticada a mano para rebatir a los progres.

"Ahora la derecha parece lista, se muestra osada y siempre tiene una cita sofisticada a mano para rebatir a los progres"

Al mismo tiempo, sin embargo, la derecha se ha autoimpuesto algunos límites y, aunque vaya a ganar muchas batallas culturales gracias a su nuevo músculo intelectual, va a perder la mayoría de las guerras. El conservadurismo tiende a denostar una gran parte de nuestra cultura: cree que la literatura está dominada por colaboradores de Prisa que propagan visiones progresistas del mundo y que las grandes editoriales siempre tienen un sesgo izquierdista; que el cine español está controlado por comunistas que acaparan subvenciones y reinterpretan tendenciosamente nuestra historia; que los profesores son todos de izquierdas, al igual que los periodistas y los funcionarios que deben implementar las políticas de los Gobiernos. Aun así, más allá de quejarse, no hace nada por cambiar esa situación. Porque eso implicaría graves sacrificios; para empezar, el futuro laboral de sus hijos.

El gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis. (EFE/Justin Lane)
El gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis. (EFE/Justin Lane)

Ron DeSantis, el gobernador de Florida —un luchador cultural como pocos en Occidente—, cuenta en su reciente libro de memorias que la derecha no debe conformarse con ganar las elecciones. Debe expulsar a los progresistas de todas las instituciones que controlan: de las universidades a las escuelas, pasando por las bibliotecas, los cines, los videojuegos o los cómics. Es, al mismo tiempo, una idea llorona y sectaria. Pero resalta aún más, si cabe, que la derecha española no está dispuesta a sacrificar nada para hacer algo semejante. No mandará a sus hijos a enseñar literatura en institutos de barrios pobres; ni les animará a sufrir décadas de penuria económica y sacrificios en las universidades públicas para, con suerte, conseguir ser catedráticos con cincuenta años (la derecha prefiere fundar universidades privadas y minoritarias que pelear por controlar las públicas). Tampoco le pedirá a sus hijos que se hagan actores, escritores o editores, condenándolos quizá al fracaso o a una vida de frustración e ingresos inestables.

La derecha, en el fondo, cree que puede ganar la batalla de las ideas escribiendo libros y columnas y votando a partidos políticos. Ambas cosas son muy importantes, aunque claramente insuficientes. Para quienes no acabamos de encajar en el nuevo pensamiento conservador, no es una mala noticia. Pero para los que dicen defenderlo, debería serlo. Dudo, sin embargo, que pasen a la acción: el coste es demasiado alto. Y su conservadurismo empieza por la prosperidad familiar: mejor mandar a los hijos a una universidad de negocios y que luego se quejen de que no les gusta la cultura tal como es.

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