En Loredo, donde estaba planteado un complejo residencial y hotelero de 745.000 metros cuadrados, que incluía un campo de golf de 18 hoyos y la construcción de 350 viviendas, actualmente sólo hay campos abandonados. Unos terrenos que llevan años acumulando quejas vecinales por la falta de mantenimiento, que ha llevado a la proliferación de animales salvajes como jabalíes e incluso ha sido foco de varios incendios, por lo que el Ayuntamiento de Ribamontán al Mar ha tenido que reclamar en varias ocasiones a los administradores concursales que realizaran las labores oportunas para que la propiedad estuviera en condiciones óptimas. Una situación que puede estar en vías de resolución si finalmente dichos terrenos encuentra nuevo propietario.

Las parcelas en cuestión están incluidas dentro de un espacio de 60 hectáreas que el Plan General de Ordenación Urbana de Ribamontán al Mar (aprobado en 2021) destina precisamente a la construcción de un campo de golf. Más allá del fracasado intento de Bolado ha habido interés más o menos reciente por hacerse cargo de dicho proyecto que contaría con el beneplácito municipal. Hace poco más de dos años, una empresa madrileña −Sunny Resorts− estuvo barajando hacerse cargo de esta iniciativa privada y levantar el que consideraban que sería «el mayor complejo de golf del norte de país» con una inversión de 35 millones de euros que incluía la creación de un hotel y un ‘resort’ turístico con parque acuático, sin embargo resultó ser mucho ruido par apocas nueces y, finalmente, no siguió adelante el plan. Ahora, si prospera la subasta de este suelo, habrá qué ver qué destino se da a los terrenos.

El empresario de la construcción Emilio Bolado comenzó su actividad profesional a principios de los años setenta. Enfocado principalmente al sector de la construcción, con el paso de las décadas fue formando un imperio familiar que aglutinaba varias empresas dedicadas desde la producción de hormigón y asfalto hasta servicios urbanos como la recogida de basuras, el abastecimiento de agua, cuidado de parques y jardines.

Considerado en su momento como uno de los grupos más activos en la obra y servicios públicos de Cantabria, en sus mejores tiempos llegó a dar empleo a 400 trabajadores y a alcanzar una facturación anual de 40 millones de euros. Pero la gestión de las compañías tras la muerte de su fundador, en 2008, coincidiendo con la crisis del ladrillo, llevaron al emporio a un panorama de concursos de acreedores en sus cuatro empresas principales y cuatro ERE, que terminando llevándolo a la quiebra en el año 2012.