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Trucos para sobrevivir en un país en el que el año que viene todo costará el doble Wednesday, 22 March 2023


La búsqueda en Google sobre "trucos inflación Argentina" arroja 660.000 resultados. La mayoría está fechada en los últimos días o meses, pero también existen miles de resultados de años atrás, una muestra más de un problema crónico producido por la crisis económica que no cesa. Los argentinos buscan, preguntan, aprenden e intentan hacer frente de mil y una maneras a una tasa de inflación que en 2022 rozó el 100%. Las estrategias van desde comprar todo en la mayor cantidad de cuotas posibles (y sin interés), para que la inflación disipe su precio en unos pocos meses, hasta llenar la despensa de productos básicos para tratar de evitar los constantes aumentos.

Son parches que buscan paliar una dura realidad: que no existe paritaria (negociación salarial) posible que alcance a compensar los aumentos de precios en casi todos los sectores económicos. Los sucesivos gobiernos y ministros, con sus recetas más o menos ortodoxas, van y vienen, pero la monstruosa inflación persiste y los salarios casi siempre corren por detrás.

Foto: Campesinos protestan frente a la Casa Rosada contra la inflación. (Reuters)
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El refugio del dólar

La inflación interanual de 2022 llegó al 94,8% (la más alta desde 1991), según informó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), lo que ubica a Argentina entre los 10 países con mayor inflación del mundo. El rubro con el mayor aumento fue indumentaria y calzado, creciendo un 122,4% anual. En el otro extremo se encontraron las comunicaciones (un sector regulado), que creció solo un 65,3% respecto a noviembre de 2021. Por otra parte, el subrubro con mayor incremento fueron las verduras, que se incrementaron un 152% respecto a 2021, mientras que la subida más baja fue en transporte público (53,3% anual).

Entender por qué los aumentos se ceban más con unos productos y servicios que con otros llevaría un tiempo y una energía que la mayor parte de la población no puede asumir, preocupada como está por aprender trucos y recetas para que no se devalúe su salario. "Siempre que puedo, saco créditos a tasa fija en pesos, cuando la tasa está más o menos baja, lo paso a dólares, y así ahorro en dólares", cuenta Lucas F., músico y periodista de radio. "Sé que no es muy patriótico, pero me da resultados", añade, dando cuenta de un sentimiento bastante generalizado de cierta clase media que siente que traiciona a su patria al incentivar el uso de una moneda extranjera, en especial el dólar.

Foto: Casa Nacional del Bicentenario, Buenos Aires. (M.H.)
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La economía argentina es, de facto, bimonetaria. El peso argentino es una moneda prácticamente inútil para cualquier tipo de ahorro. También está dejando de jugar como medio de pago para sectores como el inmobiliario y el turismo. Por otra parte, es bien sabido que en Argentina existe un dólar oficial y un dólar paralelo, que es el que se consigue fácilmente en cualquier cueva, donde la moneda se intercambia por un valor más alto que en los circuitos oficiales. Aunque ilegal, este es un mercado absolutamente instalado, tanto que los medios de comunicación informan día a día el valor del dólar oficial y el del paralelo o blue como si del clima se tratase.

Planear es imprescindible

"Yo tengo hábitos de una clase social de la que provengo, pero a la que ya no pertenezco", reflexiona Eugenia M. En sus mejores años, el peronismo se caracterizó por promover una alta movilidad de clase y muchas personas y familias pasaron de ser clase baja a clase media; pero en los últimos años esta movilidad se ha invertido. Los últimos datos del Indec, de septiembre de 2022, revelaron que un 36,5% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza.

Eugenia es docente y de clase media. "Todo mi salario lo gasto en comida, salud, impuestos, servicios, gastos del coche y deporte, para mí y para mis dos hijos. No compramos ropa, ni electrodomésticos, ni mobiliario, todo eso es regalado; a principios de mes, hacemos las compras mensuales en tiendas mayoristas". Muchas familias colaboran con los gastos de sus miembros, convivan o no, y, cuando se tiene la posibilidad (porque se cuenta con los recursos necesarios), se toman varios trabajos (precarios) al mismo tiempo.

Pese a la inflación desbocada, la gratuidad en el acceso a la educación —desde los primeros años de vida hasta la universidad—, el sistema de salud pública o los subsidios en el transporte ayudan a mantener a flote a una gran parte de la población. Por otra parte, el Gobierno argentino ha sacado adelante medidas como cuotas fijas a 42 meses, descuentos por día o semana en determinados comercios que pueden llegar hasta un 40% (conocidos como Cuenta DNI) o el programa de precios justos —que fija los precios de más de 1.900 productos de primera necesidad por 120 días—.

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"Yo evito comprar en la semana y solo compro los días que hay promoción de Cuenta DNI", sostiene Julieta R. "Eso me obliga a cocinar con lo que tengo". Julieta es trabajadora autónoma y ella misma determina el precio de las clases que da. "Si yo aumento el valor de la clase en relación con la inflación, es muchísimo y no puedo, porque, si bien una mitad de mis alumnos tiene acceso a un salario fijo, la otra mitad no. Trato de aumentar a cuentagotas", explica.

Pero hecha la ley, hecha la trampa. Una de las tretas más comunes que utilizan los propietarios de empresas del sector alimentos es la creación de productos mellizos, que son productos de características muy similares donde el rotulado genera cierta confusión. Estos productos permiten burlar los sistemas de precios oficiales. El desabastecimiento es otra de las maniobras que utilizan algunas empresas para evitar ofrecer productos que, según argumentan, están por debajo de sus márgenes de rentabilidad.

Para Lucas, Eugenia y Julieta, la clave está en ser todo lo previsor que se pueda. "Cuando tengo gastos extra del coche, o algo de la casa, tengo que recurrir a mi padre, con todo el costo emocional que implica", se sincera Eugenia. "Yo trato de comprar en cuotas hasta lo del supermercado. Lo mismo lo de stockear productos que no se estropean. Para poder viajar trato de fijar precios con anticipación. Todo esto te obliga a organizarte con tiempo. Lo de fluir y la inflación diría que no combinan bien".

Foto: Manifestación en Buenos Aires. (Reuters)
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"Dejé de comprar carne y ropa"

Algunos economistas apuntan a establecer mecanismos impositivos más progresivos que afecten en mayor medida a los sectores de mayores ingresos. Algo que muchos —a pesar de que América Latina se caracteriza por ser una de las regiones más desiguales del planeta— no están dispuestos a aceptar. Mientras tanto, los más pobres viven al día y, en muchos casos, los recursos a los que deben apelar son muy distintos de los de las clases medias.

Tal es el caso de Elisa, quien trabajó 20 años en una empresa de limpieza, pero que ahora está con licencia (sin goce de salario) por un problema de columna. La empresa prometió guardarle el puesto de trabajo y le mantiene el seguro médico, pero, mientras tanto, debió buscar trabajo por horas en casas particulares que le permiten afrontar los gastos diarios. "Vivo al día y me la paso buscando precios. Dejé de comprar carne y ropa, y, cuando voy a la verdulería, solo compro lo que hay de estación", relata. Ella tiene casa propia y vive con una de sus hijas, que fue la primera en su familia que pudo estudiar en la universidad. "Mi hija está por graduarse y trabaja en una radio. Con su ayuda, podemos afrontar los gastos de la casa", añade.

Especialistas en la materia coinciden en la necesidad de aplicar un plan de devaluación que estabilice la economía, pero también en que casi nadie está dispuesto a asumir las medidas de shock que requiere, así como los consecuentes costos que implica "gobernar una devaluación". El actual ministro de Economía argentino, Sergio Massa —que se juega una eventual candidatura presidencial, si el actual plan económico que lleva adelante resulta más o menos exitoso—, ha optado por la receta de Alcohólicos Anónimos: cada día, una victoria mientras negocia con los distintos sectores que presionan y determinan las distintas variables económicas.

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Pese al panorama, todavía hay quien se anima a nuevos desafíos. Verónica C., por ejemplo, es cocinera y se prepara para la apertura de un nuevo bar de vinos en la ciudad de La Plata. "A pesar de que venimos de un año con un 100% de inflación, es esa misma inflación la que hace que la gente no pueda permitirse ahorrar y decida gastar lo que tiene, entre otras cosas, en salir a comer. En este momento, tanto al sector gastronómico como al de la música en vivo les está yendo muy bien", explica.

Lo que describe Verónica es un fenómeno pospandemia en el que, como reacción al encierro y a una mayor conciencia sobre la finitud de la vida, se conjuga el gastar lo poco o mucho que se tiene con el disfrutar todo lo que se pueda. "En mi caso, me lo puedo permitir porque tengo un socio que tiene un amigo que puede aportar los recursos necesarios. Aun así, sé que empiezo con un presupuesto determinado, pero que el número final va a terminar siendo muy distinto. Entonces, tienes que tener mucha cintura para soportar que tu presupuesto pase de 60.000 a 110.000 dólares. En general, las obras que ves no son de pequeños emprendedores, sino que son de gente que tiene mucho dinero, acumula capital y es la que siempre sale beneficiada con este tipo de procesos económicos", señala la argentina.

Aunque la inflación es ahora un fenómeno generalizado a nivel mundial, lo de Argentina no responde a una variable coyuntural y su resolución depende, en mayor o menor medida, de un consenso que permita que las distintas partes puedan ceder un poco y detener la puja distributiva. Pero, además, fundamentalmente, de que los gobernantes tengan espalda para tolerar el sismo (y los costos) de un plan de shock. Algo difícil en un año electoral como el que recién comienza.

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