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Heras-Casado «arriesga» ante su sexto Wagner en el Teatro Real Wednesday, 17 April 2024


El director granadino toma la batuta en ‘Los maestros cantores de Núremberg’, un «amable monstruo» operístico de casi cinco horas


Miguel Lorenci

Miguel Lorenci

Madrid

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Miércoles, 17 de abril 2024, 18:19

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«Es un bombazo, algo extraordinario, lo más ambicioso para un teatro de ópera». Lo dice el director artístico del Teatro Real, Juan Matabosch. Están de acuerdo con él Pablo Heras-Casado y Laurent Pelly, batuta y director de escena de ‘Los maestros cantores de Núremeberg’, el nuevo desafío wagneriano que afronta el Real a partir del día 24. Es una exigente ópera de casi cinco horas de duración con 270 artistas sobre el escenario entre cantantes, coro y músicos. Se ofrecen nueve funciones de esta fabulosa comedia, «un amable monstruo» operístico según Pelly, en una coproducción con la Ópera Real de Dinamarca y el Teatro Nacional de Brno.

Es el sexto Wagner de Pablo Heras-Casado en el Real, y el director granadino está a sus 46 años «muy motivado por el riesgo que supone dirigir a Wagner aquí». «Que sea el sexto es algo histórico, un privilegio», dice Heras-Casado, cada vez más vinculado al repertorio wagneriano. Ya dirigió en el Real ‘El holandés errante’ (2017) y la ‘Tetralogía’: ‘El oro del Rin’ (2019), ‘La valquiria’ (2020), ‘Siegfried’ (2021) y ‘El ocaso de los dioses’ (2022).«’Los maestros...’ sorprende tanto por su registro como por su asunto y su tono cómico», señala el director. «No hay drama, no hay tragedia, ni villano, ni dioses ni fenómenos sobrenaturales; es todo humano y eso es algo milagroso», plantea. «Cada nota, cada compás, es un regalo y la duración es anecdótica. Necesita tiempo para ser contada», agrega Heras-Casado aludiendo a las más de cuatro horas y media de tarima, atril y batuta de cada función.

Abierto y humano

«Es el Wagner más abierto y humano y nos habla de la necesidad del arte, de la música y de la poesía», asegura el director, para quien la orquesta «es un personaje principal». La historia, escrita por el propio Wagner, y su música «te hacen sonreír; están repletas de ternura y nobleza», agrega Heras-Casado para quien «los verdaderos héroes de esta producción son los músicos y los actores».

Cartel con un detalle escenográfico de ‘Los maestros cantores de Núremberg’.
Cartel con un detalle escenográfico de ‘Los maestros cantores de Núremberg’. Teatro Real

Reconoce que dirigir a Wagner tiene «un alto coste físico» pero no sabe cuánto peso pierde en cada función. «Prometo pesarme para averiguarlo, como hacen los pilotos de Fórmula uno tras cada carrera», ironiza. «Es un esfuerzo mental más que físico. Es una cuestión de concentración muy intensa y muy difícil», señala. «Tras cada Wagner me cuesta un mundo conciliar el sueño», admite.Heras-Casado vuelve al Real tras triunfar en el gran santuario wagneriano, el Festival de Bayreuth, donde se ha convertido en un clásico y ha ganado muchos enteros como especialista en el genial compositor alemán. Inauguró con éxito la pasada edición con ‘Parsifal’ –que volverá a interpretar este año– y dirigirá una nueva producción de ‘El anillo del nibelungo’, junto a Calixto Bieito en la Ópera de París. «En Bayreuth me siento en casa, igual que aquí. Me exijo lo mismo trabaje donde trabaje. Es una enorme responsabilidad», dice.

Laurent Pelly, otro habitual del Real, lleva la escenografía a un tiempo indeterminado «entre el siglo XIX y antes de la II guerra mundial». Cree que la ópera de Wagner «es una comedia de personajes, humana y humanista, en la que la música lo cuenta todo». «A pesar de su duración, nunca te aburres; priman la emoción, la ironía, el humor y los sentimientos. La música aporta emoción, ritmo y no es decorativa» asegura.

Mundo destruido

Pelly, también figurinista, sitúa la trama en un mundo «destruido, inestable y simbólico» diseñado por la escenógrafa Caroline Ginet. Los humanos sobreviven en él gracias a su herencia cultural y artística y a la memoria de su ciudad estructurada y protectora, cuyas casas se tambalean para dar lugar a un nuevo espacio más libre y abierto.

Pablo Heras-Casado (dcha.), junto al director de escena Laurent Pelly (izq.).
Pablo Heras-Casado (dcha.), junto al director de escena Laurent Pelly (izq.). Javier del Real

Encabezan un reparto con 19 solistas Gerald Finley (Hans Sachs), Leigh Melrose (Sixtus Beckmesser), Tomislav Mužek (Walther von Stolzing), Jongmin Park (Veit Pogner), Nicole Chevalier (Eva), Sebastian Kohlhepp (David) y Anna Lapkovskaja (Magdalene). La orquesta se conforma con 95 músicos, el coro aporta 112 voces preparadas por José Luis Basso. El arpa de Beckmesser, un instrumento más que raro, ha sido generosamente cedido por el festival de Bayreuth.

Estrenada en el Teatro de la Corte de Múnich el 21 de junio de 1868,’Los maestros cantores de Núremberg’, es el décimo título operístico de Richard Wagner (1813–1883), y una obra más que singular en su producción. La trama transcurre en la ciudad de Núremberg, durante una sola jornada –la noche y el día de San Juan– en el siglo XVI, coincidiendo con la vida real del poeta, músico y zapatero Hans Sachs (1494-1576), protagonista de la partitura y cuya estatua preside hoy la plaza que lleva su nombre en la ciudad.

Protagonizan la ópera los miembros de un gremio de artesanos burgueses que compaginan sus oficios con el arte de crear canciones bajo reglas muy estrictas y minuciosas. La llegada de un forastero que, por amor, intenta participar en uno de sus severos concursos de canto con una arrebatadora e inspirada canción fuera de todos los cánones, genera entre los Maestros cantores un encendido debate estético y filosófico entre lo transgresor y lo normativo en la creación artística, que va creciendo en complejidad a lo largo de toda la ópera, evocando las grandes corrientes de pensamiento del Romanticismo centroeuropeo.

Wagner, autor también del libreto, da alas a sus reflexiones filosóficas. Enfrenta a los partidarios de la tradición reglada e inamovible, representados por Sixtus Beckmesser –caricaturizado sin piedad–, con los defensores de la libertad creativa del artista, encarnada por el joven Walther von Stolzing. Entre ambos, la figura conciliadora de Hans Sachs, que aboga por un arte libre y sincero, inspirado en la tradición y la cultura del pueblo alemán. Su monólogo final, apropiado y distorsionado por el régimen nazi, propició un enfoque siniestro de la ópera, lejos de su defensa del arte como fundamento de la convivencia y la armonía de un pueblo.

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