En tiempo de elecciones, en cualquier parte del mundo, y cuando emociones, intereses y propaganda ahogan el sentido común, el rey es el ruido. Y el ruido hace difícil el uso de la razón.

Como soy más partidario de actuar en la fértil sociedad que en la seca política, veo la situación en este país, y en este momento, con distancia. Hay, sin embargo, algunos de los temas que enmarañados aún se discuten y que merece la pena señalar, aunque solo sea para mostrar la falta de pedagogía y, más concretamente, de lógica. Me voy a fijar en la aparición de ETA en campaña.

Los cavernícolas arguyen ya, a propósito de que Bildu presente en sus listas a personas que fueron condenadas por terrorismo, que el Gobierno —y quien lo apoye— es un terrorista. Su razonamiento empieza por ETA, sigue por Bildu y acaba por todos aquellos que no se levanten contra, para ellos, esta inmensa fechoría. En otras palabras, ETA es Bildu, Bildu es el Gobierno, luego ETA es el Gobierno y manda por encima de todo.

ETA es Bildu, Bildu es el Gobierno, luego ETA es el Gobierno y manda por encima de todo. Desde una elemental lógica se trata de una ridícula falacia

Desde una elemental lógica se trata de una ridícula falacia utilizando, de modo inadecuado, la ley de la transitividad. Esta ley o regla lógica dice que si A es B, y B es C, entonces A es C. Pero es obvio que dicha ley hay que usarla cuando se trata de total similitud. Yo no puedo decir que si el Athletic gana al Madrid y el Madrid al Barça, entonces el Athletic gana al Barça.

Es este simple razonamiento, que lo pueden utilizar hasta los chimpancés, el que la caverna ha puesto en marcha. Se podía discutir si Bildu ha sido imprudente o antiestético. Se podía discutir si ETA fue la que se destruyó a sí misma. Y se podía un discutir si el gobierno y sus colegas deberían razonar mejor en vez de gritar. Nada de eso. A abrazarse con la sinrazón. Es una perla de la falta de crítica y autocrítica que nos inunda. Un signo nada estimulante de nuestros días.