Por primera vez, este jueves un presidente de la República Francesa pronunció la palabra autonomía ante la Asamblea de Córcega, rompiendo un tabú típicamente francés en pie durante 50 años. "Tengamos la audacia de construir la autonomía de Córcega en la República", lanzó Emmanuel Macron. Años de tensiones y meses de debate han llevado al político galo a ofrecer una "autonomía limitada" sobre la isla mediterránea. Lo ha hecho durante su discurso frente a la Asamblea de la isla y no frente a la de París, reconociendo así cierta particularidad a la "colectividad territorial" corsa, como hasta la define el estatuto francés.

En las palabras del mandatario se abre la puerta a que Córcega tenga un artículo específico en la Constitución francesa y pueda adoptar, en cierta medida, sus propias normas. Sin embargo, Macron se mantiene hostil sobre la ratificación del corso —el idioma hablado en la isla— como lengua cooficial. El mismo estatuto que tienen el euskera, el gallego y el catalán en España. Otra de las líneas rojas ha sido el "estatuto del residente", del que no ha querido profundizar más en la idea de crear un dispositivo fiscal para luchar contra la especulación inmobiliaria. Ambos, requisitos básicos para los nacionalistas corsos.

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"Córcega es una autonomía que no puede ir contra el Estado ni sin el Estado", aseguraba el presidente. Para los nacionalistas, migajas en busca de rebajar la tensión. "Es impensable que la autonomía propuesta por el ministerio se limite a una forma de descentralización. Queremos una transferencia del poder legislativo a la Asamblea de Córcega. Exigimos soberanía económica, fiscal y social. También estamos comprometidos con la cooficialidad de la lengua corsa, cuyo uso lamentablemente está disminuyendo. La medida fue efectiva en Cataluña y en el País Vasco, del lado español", afirmó el líder del partido independentista Corsica Libera, Jean-Guy Talamoni, en una entrevista para L’Obs.

¿Sorteará el Gobierno central el pico de tensión? Esta nueva receta de Macron para frenar el nacionalismo —y las réplicas— llega en un momento clave. En una calma tensa que podría convertirse en un plato de éxito en el menú macronista. Gilles Simeoni, presidente del Consejo Ejecutivo de Córcega, ya lo ha expresado en varias ocasiones con un tono tajante: o el Gobierno se plantea un nuevo modelo de relación o es posible que el conflicto llegue sin retorno. Una vuelta atrás que podría no estar lejos, puesto que, en 2017, los nacionalistas corsos arrasaron en las elecciones presidenciales de la región. Un año más tarde, el presidente presentó esta idea de autonomía que quedó archivada sin nuevo aviso; hasta hoy. Ahora, con ciertas diferencias, se abre la posibilidad de "establecer normas en competencias transferidas". Algo parecido a las competencias de las comunidades autónomas españolas.

Seis meses tienen los corsos para trabajar en un texto que deberá ser sometido a referéndum en Córcega y luego votado por la Asamblea Nacional y el Senado en París. Aunque Simeoni ya ha dejado claro que, a pesar de ser necesario sellar dicha autonomía, "no hay que olvidar mientras se curan las heridas". Una declaración que percibe el clima en estos próximos meses de negociaciones.

Los precedentes del futuro

Una nueva e histórica etapa tras años de protestas y violencia. El movimiento nacionalista corso nace cuando Francia conquista la isla en el siglo XVIII. Desde entonces, la mayoría de los corsos se han sentido más próximos al país vecino, Italia, que a Francia.

Aun así, la tensión con la Francia continental ha sido intermitente. Los últimos enfrentamientos se produjeron en marzo del 2022, tras la muerte de Yves Colonna, símbolo del independentismo en Córcega, mientras se encontraba encarcelado en una prisión de máxima seguridad en Arles. El ataque mortal de un preso provocó de nuevo un choque que derivó en duras manifestaciones.

Colonna fue una de las figuras clave del nacionalismo. El independentista fue condenado por el asesinato del prefecto de Córcega, Claude Érignac, en 1998. Desde los años 70 hasta 2014, el Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC) recurrió a la lucha armada y llevó a cabo atentados indiscriminados contra edificios públicos o negocios inmobiliarios que corrompían, según el movimiento, la naturaleza de la isla.

Desde aquel momento, la situación ha cambiado y el discurso también. Del "ni indulgencia, ni olvido, ni amnistía" que afirmaba Macron hace unos años al apostar por "la autonomía de la isla para dejar claras sus singularidades". ¿Será este el paso definitivo que ayudará a construir puentes?

Un paso más hacia la descentralización

El sistema político francés es algo complejo y se sitúa entre uno de los más centralizados de Europa. Las decisiones se toman en París, es por eso por lo que, el discurso de Macron frente a la Asamblea de Córcega ya ofrece una muestra significativa para el resto del territorio.

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Para Francia, la centralización es un problema y en momentos complicados ha sido una ventaja, como durante el covid. Fechas en las que se produjo una movilización de recursos económicos.

Este sistema napoleónico trabaja desde hace demasiado entre la dependencia y la autonomía. Ya en 1981, el socialismo francés presentó una reforma de descentralización, conocida como las leyes de Gaston Deferre. Este político, quien fuera ministro del Interior, era el encargado de desarrollar y presentar dicha reforma en la que el país buscaba pasar de un control más relajado sobre las diferentes regiones de Francia, así como ciertos cambios sobre la gestión de estas.

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"El Gobierno desea terminar con un modo de organización y de gestión fundado en la desconfianza del poder central hacia las ciudades y sus representantes. Es necesario hacer entrar al país de manera irreversible en la vía de la descentralización", afirmaba Gaston Deferre. Un visionario que en 1981 ya tenía las ideas claras sobre el futuro de Francia.

La eterna lucha: cierta autonomía sin chocar con el principio de igualdad. No será fácil para Macron, pero su discurso ha sido el pistoletazo de salida. "Nosotros queremos lo mismo", aseguraba el presidente de Bretaña, Loig Chesnais-Girard.