La mayoría de la gente que está mínimamente satisfecha con su vida y su manera de pensar saltan con una frase de lo más recurrente cuando aparece un conflicto en su vida, sea consigo mismo o con otras personas: "yo es que soy así". Se trata de una manera de justificar sin miramientos un comportamiento que no es positivo ni mucho menos, pero que realizamos sin querer y que podría derivar en manía. Conformarse con esas peores partes de ti mismo tiene sus beneficios, ya que vivirás más tranquilo pensando que nunca podrás cambiar; lo difícil siempre es intentar prosperar, y para ello es necesario gozar de la suficiente responsabilidad y fuerza de voluntad como para cumplir tus más privadas metas.

A fin de cuentas, estos atributos residen en un área de nuestro organismo muy concreta: el cerebro. Las conexiones neuronales del día a día determinan nuestra actitud y la forma que tenemos de comportarnos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y cada vez más expertos apoyan la teoría de que el tejido cerebral posee mucha plasticidad y elasticidad, lo que quiere decir que se puede moldear fácilmente si conseguimos implementar una serie adecuada de medidas y acciones de refuerzo.

Los ejercicios de atención plena pueden mejorar la atención, aliviar el dolor o reducir el estrés, pero también combatir síntomas de depresión o ansiedad

"Nuestro cerebro tiene una capacidad increíble para adaptarse, aprender y crecer", asegura Melissa Hogenboom, reportera de la BBC especializada en todo lo concerniente al periodismo científico divulgativo sobre el cerebro. "Alguna vez se pensó que la neuroplasticidad solo era propia de la juventud, pero ahora sabemos que es una fuerza constante que moldea quiénes somos. Cada vez que aprendemos algo nuevo o una nueva habilidad, nuestro cerebro se adapta".

Una solución muy simple

¿Cuál es la mejor gimnasia para poder poner a punto nuestras capacidades cognitivas, independientemente de nuestra edad? Sin duda, los ejercicios de atención plena. Estos son muy eficaces no solo para conseguir que el cerebro mantenga sus cualidades, sino también para tratar enfermedades mentales bastante graves como la depresión resistente o severa. Hogenboom y Thorsten Barnhofer, profesor de psicología de la Universidad de Surrey en Reino Unido, trabajaron juntos en un nuevo estudio que pretendía demostrar cómo realizando ciertas actividades rutinarias se podía poner solución a sensaciones de estrés, ansiedad o angustia.

"Cuando experimentamos estrés, la amígdala, el órgano cerebral encargado de gestionar esta emoción, aumenta de tamaño"

"Sí, las investigaciones han demostrado cómo se puede mejorar la atención, aliviar el dolor o reducir el estrés, pero también cómo se alivian síntomas de depresión o ansiedad, aunque como ocurre con cualquier problema de salud complejo, esto puede variar dependiendo de las circunstancias individuales", corroboro Hogenboom. La atención plena puede cambiar el cerebro, puesto que frena la segregación de cortisol, la hormona del estrés, que digamos que es su antagonista, se acaba volviendo tóxica y hace que cada vez sea menos plástico.

Lo mejor es que no hace falta dedicar muchas horas al día o hacernos unos expertos del yoga o del mindfulness. Tan solo focalizar toda nuestra atención en nuestra respiración en cualquier momento cotidiano, por ejemplo, o prestar atención a los sonidos del ambiente que hay a nuestro alrededor. Si, además, hacemos algún tipo de ejercicio físico, el cóctel resultante será de lo más prometedor. "La actividad física facilita el proceso de plasticidad", señala Ori Ossmy, profesor de desarrollo cognitivo en la Universidad de Birbeck en Londres, consultado por Hogenboom. "Si lo combinas con tareas cognitivas para mejorar las habilidades que te interesan, probablemente el resultado será mucho mejor".

Una amígdala más pequeña

Por tanto, es indudable que la salud física y la salud mental van unidas en este sentido: si cultivamos cada una de ellas por separado, aunque sea solo un poco, conseguiremos mucho más beneficios. Los cambios no solo serán abstractos (referidos a esa mayor capacidad para adaptarse a los cambios o mejora en cualidades cognitivas como la memoria o el aprendizaje rápido), también físicamente visibles. "Cuando experimentamos estrés, la amígdala, el órgano cerebral encargado de gestionar esta emoción, aumenta de tamaño", asegura la periodista. Tras un tiempo realizando ejercicios de atención plena y de cardio, volvió a someterse a una serie de pruebas que demostraron que el tamaño de su amígdala había disminuido, teniendo así menos comportamientos ansiosos que antes.

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"Es importante dejar claro que cualquier cambio cerebral observado también podría ser aleatorio", reconoce Hogenboom sin ambages. "De todos modos, el cerebro cambia constantemente. Los estudios sugieren que todas las experiencias de refuerzo de la atención o de ejercicio físico merecieron la pena, y es un proceso del que muchas personas podrían beneficiarse de forma fácil". Pero, al final, como todo cambio, solo tiene efectos positivos si se lleva a cabo de manera cotidiana y repetitiva.