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¿Y si los recuerdos olvidados pueden permanecer intactos en el cerebro? El nuevo enfoque de la ciencia Tuesday, 03 October 2023


La memoria sigue siendo uno de los mayores misterios del ser humano. ¿Cómo funciona exactamente? ¿Por qué recordamos pero, sobre todo, por qué olvidamos? Se define todo ello como procesos naturales, pero al decirlo así obviamos sus partes, es decir, el misterio que conlleva. Entendemos que algo de esa pérdida va sujeto al tiempo mismo, pero el olvido también puede ser causado de pronto, por una enfermedad o alguna circunstancia.

No solo eso, pues también podemos olvidar por lo que los expertos conocen como "interferencia retroactiva", que es cuando se experimentan dos eventos que son bastante similares en un tiempo cercano. En otras palabras: el recuerdo de uno interfiere con el del otro. Pero, ¿significa eso que lo borra? ¿Pueden borrarse los recuerdos?

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Los científicos cada vez tienen más claro que, en cualquier caso, lo que sucede no es que se borren ni que desaparezcan. Los recuerdos no desaparecen sino que permanecen siempre. Y, entonces, ¿a dónde van si los olvidamos?

Parte del aprendizaje

En un nuevo estudio, el neurocientífico Tomás Ryan del Trinity College Dublin ha examinado junto a otros compañeros la biología fundamental que subyace a una forma de olvido que experimentamos todos los días, y los resultados han dado lugar a respuestas sobre estas grandes preguntas.

(iStock)
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"Olvidar es una realidad de la vida que muchas personas encuentran frustrante. Pero cada vez hay más pruebas que rechazan la idea de que un desliz o un lapsus en nuestra memoria es inherentemente malo. De hecho, olvidar a veces puede ayudar a las personas a afrontar la situación psicológicamente o a deshacerse de conocimientos inútiles", explica Ryan en una entrevista para Scientific American.

Su trabajo sugiere ahora que cuando no podemos recordar un número de teléfono antiguo, por ejemplo, o el nombre de un profesor de secundaria, no es porque el dato se haya esfumado de nuestra memoria. Para entenderlo, Ryan señala que olvidar puede ser un proceso activo que el cerebro utiliza para apoyar el aprendizaje. De esa idea debemos partir a la hora de abordar las dudas al respecto.

Olvidar no es un error

"A menudo pensamos en el olvido como un déficit del cerebro o una limitación. La pérdida de memoria por demencia o traumatismo cerebral, por ejemplo, puede ser devastadora. Pero también experimentamos ‘olvidos cotidianos’ a medida que avanzamos en nuestras vidas, porque están sucediendo muchas cosas. Se espera que aprendamos y retengamos todas para poder funcionar en la sociedad moderna. Algunas son bastante arbitrarias, como tener que memorizar datos que nunca más necesitarás para los exámenes escolares", señala este investigador.

Como si fuera una capacidad del cerebro en lugar de un error, cada vez más investigaciones en el campo de la neurociencia están redefiniendo el conocimiento

Como si fuera una capacidad del cerebro en lugar de un error, cada vez más investigaciones en el campo de la neurociencia están redefiniendo el conocimiento. Es decir, apuntando a lo adaptativo y no a lo limitante.

En su nuevo estudio, Ryan lo examinó bajo esta premisa a través de roedores. Para ello, explica, los entrenaron para que asociaran un objeto con una habitación o un entorno. Más tarde, les pidieron a los animales que inspeccionaran dos objetos: el que había sido asociado con ese contexto y otro que no. "Por lo general, inspeccionarían el objeto novedoso en un contexto determinado. Pero si habían olvidado la asociación, ambos objetos les parecerían nuevos".

Todo lo que queda por saber

Como sostiene, el cerebro es diferente antes y después de aprender una información. "Esa diferencia se debe a cambios físicos o químicos en su estructura". A ese cambio cerebral lo denominan en un laboratorio engrama.

(iStock)
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"En los últimos diez años, la capacidad de etiquetar y manipular engramas específicos en el cerebro de los roedores realmente ha transformado el campo del estudio de la memoria y, por extensión, el campo del olvido". Hacerlo en un cerebro humano, que tiene miles de millones de neuronas y billones de sinapsis, se complica. "Identificar dónde se encuentra un engrama es como buscar una aguja en un pajar muy, muy grande", bromea al respecto.

Sin embargo, a través de cerebros más pequeños los avances están llegando. De la misma forma, han conseguido estudiar cómo el miedo condiciona la memoria. En este caso, lo hicieron sometiendo a los roedores a "una descarga eléctrica muy leve (no les causó ningún daño) durante unos segundos en un contexto particular". Lo que mostraron después es un comportamiento "de congelación" en ese mismo ambiente al intentar recordar, porque el miedo les había hecho olvidar la asociación.

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